El día de ayer NM Actualidad informaba sobre el triunfo de la cinta de Ben Affleck, “Argo”, en los premios Globos de Oro, así como el malestar de Irán y su intención de realizar su propia versión del film. Hoy nos preguntamos hasta qué punto la película nominada para los Óscar respeta los hechos que ocurrieron entre 1979 y 1980, durante la crisis de los rehenes en Irán
MUNDO.- “Argo”, que no deja de ser una película, cuenta la historia de cómo en 1980 la CIA rescató, con ayuda canadiense, a un grupo de ciudadanos norteamericanos que habían huido de la embajada de EE.UU. en Irán tras ser asaltada por manifestantes.
Si bien la película de Affleck está basada en hechos reales, no está demás, sobre todo teniendo en cuenta el revuelo que ha provocado en Irán, saber cuánto de lo que narra es ficción. Para ello, y esto es importante anunciarlo, hemos de revelar algunos datos de la trama de la película, por si alguno de los lectores no la ha visto aún. Mark Lijek, miembro del Departamento de Estado y autor de The Houseguests: A Memoir of Canadian Courage and CIA Sorcery supo que no le esperaban días fáciles cuando fue enviado a Teherán, capital de Irán, en su primera misión para el servicio exterior de EE.UU. “Me pidieron ser voluntario en octubre de 1978 y las cosas en Irán ya estaban bastante mal”, explica. “Había manifestaciones violentas en las calles y no estaba para nada claro si el Shah (rey) iba a sobrevivir. Luego, en enero, abdicó y dejó el país”. Lijek tomó un curso de seis meses para aprender persa, antes de llegar a Teherán en el verano de 1979, donde luego lo siguió su esposa, Cora Lijek. Ella no era miembro del servicio exterior, pero le dieron un contrato porque la embajada necesitaba desesperadamente gente capaz de hablar persa. La embajada de EE.UU. en Teherán ocupaba unas diez hectáreas rodeadas por un muro de más de 1,5 km de largo y había solo 13 infantes de marina para protegerla. Poco antes de la llegada de Lijek, había sido tomada por manifestantes antiestadounidenses, quienes abandonaron las instalaciones después de unas pocas horas. El 4 de noviembre de 1979 un nuevo grupo de manifestantes ingresó a la embajada y en un principio Mark pensó que se repetiría la misma escena. “El principal motivo de la protesta era el hecho de que EE.UU. había dejado entrar al Shah para recibir tratamiento médico. El edificio consular, donde trabajábamos Cora y yo, estaba a por lo menos a cinco minutos del edificio principal de la cancillería y tenía su propia puerta a la calle”. “La gente que irrumpió se olvidó de nosotros o no nos dio importancia”.
Mark Lijek, hoy retirado, se sorprendió de la forma en que Ben Affleck escenifica la toma de la embajada en “Argo”, con una secuencia filmada parte en Estambul, Turquía, parte en California, EE.UU.“Fue prácticamente la primera vez en que pensé cómo habrían vivido la situación los alrededor de 50 estadounidenses que estaban en el edificio principal”, dice. “Esas escenas fueron difíciles de ver”. Los hechos posteriores al escape de seis estadounidenses de la embajada son los que le dan a “Argo” los elementos para volverla una clase magistral en cómo transformar la realidad en un éxito de Hollywood. El guión coloca a los fugitivos Mark y Cora Lijek, Bob Anders, Schatz Lee y Joe y Kathy Stafford en una situación de convivencia forzada en la residencia del embajador canadiense Ken Taylor. En la realidad, tras varias noches (incluyendo una en el complejo residencial de Reino Unido) el grupo se repartió entre la casa de Taylor y la de otro funcionario canadiense, John Sheardown.
Lijek dice entender por qué la película presenta los hechos de otra forma. “Esa dinámica de grupo incrementa la tensión, creo, y hace que todo se vea más dramático cuando hay desacuerdos”.
“Sin embargo, no es cierto que no podíamos salir para nada. La casa de John Shardown tenía un jardín interno por el que podíamos caminar con libertad”. “Sí es cierto que teníamos poco para hacer más que leer y jugar al Scrabble. Bebíamos mucho también”, reconoce Lijek. Hay un pico de tensión en el guión cuando una criada iraní descubre quiénes son los “invitados” del embajador canadiense. “Kathy Stafford, que estaba en casa del embajador, lo llama un personaje compuesto” continúa Lijek. “Creo que algunos empleados iraníes probablemente descubrieron quiénes eran los Stafford, pero el riesgo era muy hipotético”. El elemento central de la historia es el que suena verdaderamente increíble. Pero es real. La CIA ideó un plan para extraer a los seis estadounidenses del país en un vuelo regular desde el aeropuerto Mehrabad de Teherán, haciéndolos pasar por canadienses que trabajaban en una inexistente película de ciencia ficción. Mark Lijek recuerda que al principio fue él quien recibió con mayor entusiasmo la idea. “Pensé que tenía la dosis justa de ingenio. ¿Quién, además de un grupo de cineastas, estaría lo suficientemente loco como para venir a Irán en medio de una revolución? No tenía ningún problema en simular ser alguien de la industria del cine”. La verdad, algo que “Argo” oculta con perspicacia, es que la falsa coartada nunca fue puesta a prueba y terminó siendo algo irrelevante en el éxito del escape.
Hay una secuencia en la película en que para dar la impresión de que son gente de la industria los seis estadounidenses van a un lugar en Teherán para ver si servirá para rodar escenas del falso filme. Lijek dice que eso es totalmente ficción. “Jamás podríamos haber hecho eso. El embajador canadiense nos había recomendado con firmeza no hacer eso, por el nivel de inestabilidad que había en las calles”. “Si alguien nos preguntaba algo debíamos decir que estábamos dejando Irán para volver cuando fuera más seguro. ¡Pero nadie preguntó!”. En retrospectiva, Mark Lijek cree que el valor de la coartada estuvo en darles a los fugitivos la confianza suficiente como para poder superar una rigurosa prueba en el aeropuerto, si resultaban ser sometidos a ella. Las escenas finales de “Argo”, en las que los seis estadounidenses llegan con lo justo a subir al avión, son extremadamente tensas. La CIA les había dado documentos falsos para dejar el país y, por supuesto, no había registros de llegada que coincidieran con ellos. El clímax de la película es una gran persecución, de esas que ponen los pelos de punta, en que miembros de la Guardia Revolucionaria armados hasta los dientes intentan detener el despegue. “No ocurrió nada de eso”, asegura Lijek.
“Es verdad que podríamos haber tenido problemas con los papeles, que era nuestro mayor punto débil”. “Pero en la CIA habían hecho los deberes y sabían que las autoridades fronterizas iraníes rara vez intentaban hacer coincidir unos documentos con otros”. “Afortunadamente, había muy pocos guardias revolucionarios allí. Para eso habíamos llegado a las 5:30 de la mañana; ni siquiera ellos estaban tan comprometidos como para estar allí tan temprano”, cuenta Lijek. “La verdad es que los funcionarios de migraciones apenas miraron nuestros papeles y nos procesaron en la forma habitual. Abordamos un avión a Zúrich (suiza) y luego nos llevaron a la residencia del embajador de EE.UU. en Berna. Fue así de simple”. Se suponía que los seis fugitivos vivirían con nombres falsos en Florida hasta que se lograra liberar a los funcionarios secuestrados en Teherán, lo que ocurrió en enero de 1981. Pero el plan fue abandonado cuando en los diarios aparecieron noticias sobre el escape. En 1981 el telefilme “Escape from Iran: The Canadian Caper” (“Escape de Irán: la alcaparra canadiense”) ya había contado la historia, exceptuando la parte de la CIA. No fue hasta 1987 que la agencia de inteligencia norteamericana reconoció su participación en la fuga. Lijek dice que fue un alivio cuando finalmente pudo hablar libremente de lo que sucedió en Irán. Es un admirador de “Argo”, y tiene una visión algo sarcástica sobre la forma en que el filme retoca la realidad para darle un efecto dramático. Argo Ben Affleck cine verdad