Por Hogaradas
Recuerdo el dнa de los difuntos de antaсo, cuando para mн significaba una jornada festiva en la que la casa se llenaba de gente con la presencia de todos mis tнos.
Mis abuelos eran los ъnicos que faltaban a la cita, pero su ausencia se habнa producido cuando yo era todavнa muy niсa, asн que el tiempo transcurrido desde entonces habнa conseguido mitigar el dolor para dedicar el dнa a su recuerdo y en compaснa de una buena parte de la familia.
Desde mi habitaciуn esperaba impaciente la llegada de todos, mientras me llegaba el olor de la fabada que reposaba encima de la cocina de carbуn en una cacerola enorme, la necesaria para proporcionar una buena comida para tantos comensales.
La escena se repetнa aсo tras aсo, bajo un sol de justicia, mientras el cementerio se convertнa en un lugar de reuniуn y de reencuentro con unos y otros, mientras las flores se iban colocando delicadamente y rezбbamos una oraciуn por el alma de quienes ya no se encontraban entre nosotros.
Tras la visita llegaba la hora del aperitivo, y en un momento mi madre se acercaba hasta casa para que la comida fuera calentбndose y estando a punto para nuestra llegada, asн que en aquel comedor que tantos y tan gratos recuerdos me trae nos reunнamos entorno a nuestro plato mбs tнpico y disfrutбbamos de la charla y de la buena compaснa.
Cuando mis padres cambiaron de domicilio mis visitas al cementerio se convirtieron es esporбdicas hasta llegar a desaparecer, pero las reuniones seguнan manteniйndose en casa, porque aunque no era ya el hogar familiar, con mis padres habнa viajado toda la esencia del mismo, asн que entorno a la misma mesa aunque en diferente lugar, seguн disfrutando de mis tнos y de todos quienes en aquellas jornadas se acercaban a compartir con nosotros aquel dнa de fiesta.
Hace aсos que el dнa de los difuntos dejу de ser aquella jornada de alegrнa, de reencuentro y de visitas multitudinarias; desgraciadamente muchos de quienes acudнan a la cita anual reposan ya al otro lado, asн que pocos motivos hay de celebraciуn, aunque de todos modos, al igual que este aсo, quienes nos sentamos alrededor de la mesa alzamos nuestras copas para brindar por el aquн y ahora, probablemente en un intento de aferrarnos a ese momento para que no se nos escape de las manos y perderlo para siempre.
Cada vez me gusta menos brindar por estar un aсo mбs juntos, el paso del tiempo me ha hecho descubrir que un aсo puede ser una eternidad, y a la vez que solamente se necesita un simple segundo para que toda tu vida cambie, asн que sencillamente levanto mi copa y brindo, sin mбs, en silencio, sin pronunciar ni una sola palabra, sintiйndome afortunada por vivir el momento, sin pensar en lo que sucediу ni en lo que puede acontecer maсana, dando gracias a la vida por permitirnos estar un aсo mбs juntos.