El día de los periodistas

Pues hoy es el día de los periodistas. Imagino (recuerdo) esta celebración en otros tiempos: aquellas rotativas echando humo, las redacciones resonando a teclas y a campanillas de los carros de las máquinas de escribir. Los cuartos oscuros con las ampliadoras dando destellos sobre el papel blanco y los linotipistas metiendo letras a destajo.

Pensé en esto el otro día. En ese modelo antiguo de esta profesión que ya no se volverá a repetir más que en las secuencias de las películas clásicas. Porque todo ha cambiado. A mejor o a peor ha cambiado. Y ese proceso, estimo, ha sido doloroso para muchos; recuerdo aquellas conversaciones en las que se repetía que el papel no iba a morir nunca, que el romanticismo, que la tinta en los dedos, y no sé cuántas cosas más.

Los tiempos han hecho su trabajo, por encima de las querencias y los sentimentalismos. Y fueron los propios consumidores los que eligieron, o los que eligen. Y aquel modelo, por más bonito que fuera murió (o sigue muriendo en algunos casos) y nació otra cosa. Si bien es cierto que el espíritu del profesional no se ha extinguido porque es necesaria una visión crítica y analítica de las cosas. Porque no todo vale, la sociedad, sabia, generó un técnico de "lo que pasaba", que supiera contarlo, respetando las fuentes y los tiempos.

Con todo este maremagnum en el que estamos inmmersos (el de los medios y formatos basados en las tecnologías) se pensó que acabarían con nosotros porque ya no haríamos falta, ni nuestro ojo, ni nuestra técnica, ni nuestro análisis, porque ya estaba todo servido y todos los ciudadanos podían sustituirnos con una app, con un móvil.

Y ya se ha visto que no, que esta profesión no se puede sustituir, porque el sucedáneo es malo de rigor. Y porque tanta información sin contrastar, tanto titular sin revisar, tanta foto sin documentar no ha hecho más que desinformar, o lo que es lo mismo de-formar la opinión de los ciudadanos.

Por eso somos necesarios.

Feliz día, y larga vida al periodismo.