El día de mi muerte fue diferente a cualquier otro día especialmente por la sensación de paz y tranquilidad, no se siente calor, no tienes hambre, no tienes sueño, no tienes frió, simplemente una sensación de bienestar donde no hay nada que te moleste, lo mas raro es verte a ti mismo de frente, toparte contigo en frente de un caja con las manos juntas y una expresión seria, no es como verte al espejo, es como una persona diferente, que no se parece a ti, entonces entiendes que el cuerpo es solo una carcasa del alma, un instrumento para comunicarnos, el día de mi muerte fue un martes, me senté en ka ultima banca del jardín, debo decir que estaba muy entusiasmada de saber quien iría, siempre había pensado que una persona valía por la cantidad de personas que iban a despedirse de el, me di cuenta de que no, mi mejor amiga no fue… lo entiendo estar en otra cuidad del trabajo, las ocupaciones, no le permitieron llegar, mando un mensaje por facebook que mi madre leyó hasta los cuatro meses después, porque ella casi no utiliza facebook.
Los primeros que llegaron fueron mi familia se pusieron en frente del ataúd, se tomaron de las manos e hicieron una oración, no reprocharon mi muerte, no reprocharon mi enfermedad, no reprocharon nada, agradecieron a dios por el tiempo que nos había permitido estar juntos por habernos conocido, por haber aprendido, por las experiencias, por dejarnos ser una familia, yo hubiera querido tomarme también de sus manos y decirles que estaba muy agradecida con cada uno de ellos, que me disculparan si en algo había fallado, que había tratado de ser mejor hija, la mejor hermana, que estaba orgullosa de ser parte de esa familia, pero no podía decirles nada o al menos ellos no podían escucharme, porque estaba muerta.
Muchos amigos desfilaron en frente de mi ataúd alguien e le ocurrió la buena idea de llevar su ipad con fotografías y ponerlo a lado del ataúd creo que esa que salia en las fotos se parecía mas a mi que la que encontraba dentro de la caja, creo que la gente también lo noto se sentaba a verlas y hacían comentarios sobre ellas había miles de fotos cada una de ellas era una buena historia que contar, una anécdota, me di cuenta que a pesar de haber vivido solo 18 años había vivido bastante tiempo, que la vida en vez de medirse por años debería medirse en buenos momentos, momentos que te quitan el aliento, momentos que te hacen reír, que te hacen llorar, momentos que hacen sentir vivo, cuando estas muerto entiendes esas palabras, estar vivo, me sentaba a las 3 am de la mañana a hablar con mis amigos y les decía “te acuerdas cuando…” pero no podían escucharme.
Iniciaron el recorrido al panteón, cuando estas muerto puedes pasar de un lado a otro sin necesidad de caminar es como andar en patines así que en un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba en el panteón, un señor de corbata pidió a los asistentes que pasaran a despedirse del cuerpo, creo que fue el momento mas difícil para todos, para mi también, mi madre esa mujer hermosa que tantas veces se había mostrado tan fuerte esta vez no pudo serlo a la diferencia de la muerte de mi padre la cual no lloro, esta vez si lo hizo, beso el ataúd, se estaba despidiendo de su pequeña en ese momento extrañe tanto sus besos, sus regaños, sus abrazos que tanto tiempo me habían cuidado, ver a mi hermano después de tanto tiempo serio como siempre una roca que parecía no tener sentimientos ese día los tuvo, mis hermanas siempre tan hermosas diciendo “te vamos a extrañar” igual de ser tan fuertes ese día no lo fueron, yo pensé que no les importaba me equivoque estaban ahí al pie del cañón, tomando el brazo de mi madre, que en unos segundos se convirtió en la mujer mas triste del planeta, mis amigos todos ellos despidiéndose del cuerpo que me había permitido conocerlos, un buen amigo forzando la sonrisa y con los ojos llorosos levantando la voz dijo “no lloren, a ella no le gustaría vernos llorar” mi novio ese hombre tan hermoso que me apoyo y acompaño por tanto tiempo, el siempre decía “vamos a poder con esto, no te apures, te vas a poner bien” el hombre que quería y amaba hacer reír ahora lo estaba haciendo llorar y no podía hacer nada contar eso; me partía el alma verlo así y le pedí que no llorara que yo estaba bien que le agradecida por su amor y sus cuidados, pero no podía escucharme porque estaba muerta, nadie podía escucharme y yo tenia tanto que decirles a cada uno de ellos tanto que agradecerles, tanto que pedirles por cada uno de los errores, por las palabras no dichas, por los abrazos no dados quería decirles a cada uno que gracias por todo, que los amaba por ser parte de mi vida por crear una historia juntos, pero cuando estas muerto esas cosas ya no se dicen porque no hay nadie que pueda escucharlos, cuando estas muerto no puedes abrazar, ni mirar a los ojos, ni oler un perfume ni subirte al carro no puedes escuchar música, tomar fotos, tomarte una cerveza o algún vino, no puedes sentir calor, no puedes hacer nada, porque estas muerto y no hay nada mas.
Cerraron el ataúd y empezaron a bajarlo la gente aventaba rosas hubo alguien que aventó un “huevito kinder” estaré eternamente agradecida por ese gesto y entonces apareció mi papa no estaba vestido de blanco tenia una camisa vaquera, unos jeans y unas botas exactamente como se vestía cuando estaba vivo, se paro a lado de mi y me pregunto si estaba lista le dije que si nos quedábamos un rato observando a la gente, me pregunto que si había tenido una buena vida la mejor le conteste “la mejor”, le pregunte que si podía hacer una despedida que me gustaría hacer algo bello para cerrar con broche de oro, quería que lloviera me dijo “¿por que no?”, y empezó a llover la gente que mas quería volteo hacia el cielo y sonrió, entienden el mensaje, poco a poco la gente se fue retirando mi padre me dijo es hora, y nos fuimos de ahí.
Hay muchas cosas que cambian cuando uno esta muerto, todo es muy diferente. A todos nos llega la hora y no es una decisión personal pero creo que hay un departamento en el cielo que se encarga de eso.