Un año más, y esta vez, por aquello del azar, en un ambiente un poco extraño por la Semana Santa, estamos a 23 de abril, Día Internacional del Libro. Yo, por si acaso, lo adelanté al miércoles y me hice con "Prométeme que serás libre" de Jorge Molist. Y hoy no me regalarán ni regalaré libros porque la gente anda desperdigada, incluso con el mal tiempo.
Hoy en día, con los libros digitales, nuestros queridos volúmenes en papel parecen tener los días contados, pero todavía están ahí y todavía, al menos en mi caso, son mejores que los otros. Sí, ocupan sitio, sí, es más incómodo leer un libro de muchas páginas, pero, ¿y el tacto del papel al pasar las hojas? ¿y el aroma que desperende el libro viejo distinto del nuevo? Prefiero el leve susurro de las páginas al pasar de derecha a izquierda antes que el "pi" del botoncito apretado en el libro electrónico y que cada vez que suena en el tren me hace desviar la mirada de mi bendito libro en papel.
Supongo que al final, tendremos que adoptar a este aparatito dentro de lo que llamamos libros y al final, también acabaremos comprando uno y lo pasearemos por el transporte público como hacemos con los de papel, pero, sinceramente, no es lo mismo...
Por supuesto que, un año más, felicitar a escritores, lectores, libreros, compradores de libros, y especialmente a los catalanes que tienen la buena costumbre de celebrar este día regalando libros y rosas. Una costumbre esta que me encantaría que se adoptase en toda España, en lugar de recoger "tradiciones" que nos llegan de fuera y no nos aportan nada.