Cuatro años en un trabajo cualquiera pueden ser rutinarios y poco exigentes. No en el fútbol. Todo es diferente en ese mundo redondo, donde las presiones corren los límites a diario. Un DT convive con los reclamos de los dirigentes, el ego de los jugadores súper star y la necesidad devoradora de festejos. Pep Guardiola sintió esos efectos y, pese a haber grabado una película maravillosa, anunció esta mañana su adiós. Ni siquiera la construcción de esa obra cumbre blaugrana, ganadora de 13 títulos de 2008 a esta parte, le dio impulso para renovar por otra temporada. “Cuatro años es una eternidad para ser entrenador de Barcelona. El tiempo lo desgasta todo, y yo me he desgastado. La exigencia es muy alta y hay que tener fuerza y energía para contagiar tantas cosas… Me he vaciado”, reveló en conferencia de prensa. Se va, entonces, con la gloria eterna y las baterías agotadas. Lo espera, después del próximo 30 de junio, el tiempo del descanso y la recarga de energía. ¿Volverá rápido? Nadie lo sabe. Por lo pronto, adiós y buena suerte, Pep.