Revista Insólito

El día que Briony Ariston derrapó

Por Rferrari @saludigital

De pronto una epifanía mediática ilumina el streaming: «Adolescence», una serie de ficción inglesa, difundida por Netflix, logra que todo el mundo se sienta sorprendido, preocupado e interpelado en solo 4 capítulos. La serie intenta explorar el universo de los adolescentes y la obvia, aunque pareciera que no tanto, responsabilidad del mundo adulto en su educación.

Nada se pregunta, nada se profundiza y nada se narra acerca del crimen cometido por Jamie, un púber de 14 años (maravillosamente interpretado por Owen Cooper) . Jamie ha acuchillado a una compañera de clase y las cámaras de CCTV lo registraron, no hay dudas sobre Qué hizo. Pero, ¿Por qué lo hizo?

En un contexto de mirada soslayada sobre los modelos de masculinidad circulantes en las redes y, de fondo, el rol de la tecnología, nos proponen todo y nada : todo lo que pasa no sirve de nada porque nada sabemos.

La serie no explora las causas del crimen. Tampoco aborda el rol de los adultos en el soporte a los chicos. No menciona la necesidad de que padres, docentes o profesionales creen verdaderas conexiones cognitivas y emocionales con ellos. No hay un guion. No hay un relato. Solo hay escenas fragmentadas e inconexas. Toman la parte por el todo sin jugarse en una apuesta más seria. Es una puesta en escena frívola y muy mediática.

Quizás de ahí su éxito que está a años luz de los planteos del Charlie Brooker de las primeras dos temporadas de la antológica «Black Mirror» y su inquietante tecnoparanoia. Hemos retrocedido mucho en ésta década.

Erróneamente, según mi parecer, se ha considerado que la serie trata el tema de la influencia de las redes sociales en los comportamientos marginales de los adolescentes.

En realidad, en esos cuatro capítulos en los que nos asomamos a la respuesta del sistema judicial, al contexto educativo, a la mirada desde la psicopatología forense y a la familia, lo único que queda claro es que ,si existe un Matrix, divide dos realidades.

El día que Briony Ariston derrapó

Hay una frase muy reveladora que le dice el hijo del policía a su padre en el capítulo II :»Me da pena verte tan perdido» para explicarle de qué va esto de la cultura Incel, los porcentajes y los influencers desquiciados tipo AT (1).

El impacto que la serie ha tenido habla de un interés social en tratar de entender la complejidad de lo que sucede en las redes. Refleja la ceguera de quienes no quieren ver lo que pasa y sin embargo se sienten responsables.

Los creadores de contenido no son «malos» por el placer de serlo, sino porque es un buen negocio: los videos de A Tate son vistos en TikTok mas de un millón de veces.

Las publicaciones que lo referencian no provienen de A Tate, sino de cientos de cuentas dirigidas a miembros de la «Universidad de Hustler» (creada por el personaje en cuestión). En ella, los miembros, incluidos niños de tan solo 13 años, pueden supuestamente ganar dinero. Lo hacen a través de lecciones sobre inversión en criptomonedas o reclutando a otros para la citada Universidad. Así, ganan una comisión del 48% por cada persona que recomiendan!! (1).

Pero no es de eso de lo que queremos hablar. Nos interesa utilizar el material que nos brinda el capítulo III de la serie para plantear algunos interrogantes sobre nuestra práctica como psicoterapeutas. Estos contextos tan complejos en los que lo icónico, la imagen y la simplificación extrema marcan la agenda de nuestra práctica, nos obligan a un permanente replanteo de nuestro ¿Para qué? como profesionales de la salud mental.

En ese capítulo, la Dra. Briony Ariston, al parecer perito psicólogo contratada por la familia, lleva ya CINCO!! sesiones tratando de discernir-sin éxito- si su cliente es imputable o no.

Debe concluir si Jamie comprende que sus acciones violentas pueden causar o han causado daño a otro mientras descifra si detrás de su comportamiento se esconde un «complejo de inferioridad» respecto a su valía como «hombre deseable».

La vemos tratando de «conectar» torpemente con Jamie en plan amigable a través de la leche y el sandwich con pepinos que le ofrece, sabiendo que no le gustan los pepinos. ¿Es una provocación?¿O una falta de respeto, una descalificación de sus gustos?

La sesión se transforma en un juego de simetrías y complementariedades en los que el lenguaje corporal (magistralmente actuado por Cooper, hay que decirlo) y el ping pong verbal parece exponer una imposibilidad de generar una escucha activa y una comunicación empática que les sirva a ambos.

(Spoiler) Todo termina muy mal. Briony , que a estas alturas ya debiera saber que Jamie tiene síntomas compatibles con un TEI (trastorno explosivo intermitente) (2), probablemente reforzado por el perfil de su padre (según lo que nos cuentan en el capítulo IV), no llega entender que no es ético desde los profesional repicar la comunicación vacía y esquizofrenizante de los adultos que lo han rodeado, antes, durante y después de su crimen.

Le dice que es la última sesión, que lo abandona, sin darle nada que lo sostenga, casi como un «castigo» que refuerza el «no te elijo», le quita peso a su palabra y lo obliga al pasaje al acto, a que rompa todo, para forzar una conclusión cierta sobre el caso, que su propia incapacidad profesional le ha negado. Iatrogenia, tu nombre es Briony.

Es ficción, y seguramente mal asesorada, pero nos da la oportunidad de recuperar preguntas básicas sobre nuestra práctica en un escenario tan oscuro como el actual.

¿Cómo llega un niño a matar a otro niño? Por una ausencia de palabra, por un descuido en la protección que lo ayude a entender su desregulación emocional, por el miedo al NO de unos adultos que han hecho de mirarse en el espejo un estilo de vida y una manera de pensar. Una legión de narcisistas y psicópatas con carnet nos interpela.

¿Qué es Salud Mental hoy y aquí?¿Qué se espera de un psicoterapeuta?, ¿Que evolución imprescindible debieran tener nuestras estrategias terapéuticas, nuestros marcos teóricos? Ciertamente, nada que se parezca a la conducta errática de la inefable Briony, puesta ahí para que el sistema refuerce que «está haciendo lo correcto».

» Este no es nuestro hijo» dicen los padres escandalizados, «No podría serlo!». La verdad es que ese niño, inglés, americano o latinoamericano, ese niño contemporáneo es una criatura frágil, como todas las criaturas . Una criatura que ha sido abandonada por la sociedad (patético el episodio II, con su retrato de la escuela) de distintas maneras, con diversas carencias pero iguales en el resultado.

Niños sin límites, adolescentes que creen que la vida es un videojuego o que un videojuego es la vida, adultos que confían más en un influencer que en su médico, o su psicólogo. Y psicoterapeutas que no terminan de entender qué es lo que se espera de ellos.

No hay espacio en este contexto psico social para que este niño entienda cómo manejar su incipiente sexualidad, cómo resolver las frustraciones, cómo aprender del rechazo, cómo ponerle palabras a sus fantasías.

Ese engendro de blogs, reels, plataformas de TikTok y You Tube, y sus subculturas digitales que se alimentan de la desinformación y la polarización, generan un mundo en blanco y negro que normaliza los estados disociados, la melancolía, la dismorfia, el «under» del «under». Su capacidad infinita de ubicuidad, para cambiar y adaptarse les permite monetizar sus «Anti todo» brindando a estos chicos una falsa sensación de pertenencia para llenar vacíos socioafectivos.

Como trabajadores de la Salud Mental, enfrentamos el desafío de no comernos más sapos , de no validar lo invalidable. «Adolescencia» a logrado que se visibilice para peor un recorte muy parcial de una fenómeno global : el abandono de nuestros chicos y adolescentes y su exposición a espacios enfermos, que van mucho pero mucho más allá que los delirios de AT y la cultura «anti woke».

Hay que cambiar el paradigma de lo que es «sano» y lo que es «enfermo» y de como abordarlo. ¿Por donde empezamos?

(1) https://www.theguardian.com/technology/2022/aug/06/andrew-tate-violent-misogynistic-world-of-tiktok-new-star

(2) https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/intermittent-explosive-disorder/symptoms-causes/syc-20373921


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