Revista España
Corría el año 1955. En Madríd, en el palacio de los Montellano, prosigue Juan Carlos, el futuro heredero al trono, sus estudios preparativos para su ingreso en la Academia Militar de Zaragoza junto a un escogido grupo de compañeros aristócratas de su edad. El severo preceptor del príncipe, el general Martínez Campos, lo somete a un plan de estudios espartano, de manera que Juan Carlos apenas sale de la mansión.
Los domingos, después de misa le organizan algún viaje cultural por los alrededores de Madrid, para que se airee.
Un día toca visitar el castillo de la Mota, en Medina del Campo, sede central y escuela de mandos de la Sección Femenina de Falange. El general se adelanta con su coche oficial. Juan Carlos viaja en el Mercedes de servicio conducido por su profesor de Geometría y trigonometría, el teniente coronel Emilio García Conde. En el asiento de atrás dormita el futuro general Alfonso Armada, también profesor suyo. Cuando salen de Madrid, el príncipe suplica a García Conde que lo deje conducir.
---No puede ser ---replica el militar-. Su alteza no tiene carné.
Cuando el príncipe se emperra en una cosa puede acabar con la paciencia de cualquiera. García Conde termina por cederle el volante. En el paso a nivel con barreras de Olmedo, don Juan Carlos atropella a un ciclista sin más consecuencias que el pantalón roto, desollones superficiales en la pierna y una rueda de la bici destrozada. García Conde zanja el asunto entregando una generosa propina al accidentado.
Sin más contratiempo llegan al castillo de la Mota con García Conde nuevamente al volante. Durante el almuerzo, Juan Carlos comenta, locuaz y despreocupado, el incidente del ciclista y lo contento que marchó el pobre diablo tras percibir su generosa compensación.
El general Martínez Campos guarda silencio, pero en cuanto levantan los manteles se lleva aparte a Armada y le ordena secamente:
-Busca al herido, recupera el dinero y da parte del accidente a la policía de carreteras.
Armada objeta que no tienen idea de quién es y que la lesión ha sido apenas una rozadura.
¿Es que no os dais cuenta de las consecuencias si se le gangrena la herida? Vosotros buscadlo. El príncipe se vuelve a Madrid conmigo.
A los pocos días, el general Martínez Campos le entrega a Juan Carlos un sobre grande que contiene otro más pequeño, que a su vez contiene otro más pequeño y así sucesivamente hasta un último sobre en el que el príncipe encuentra su regalo sorpresa: un flamante carné de conducir a su nombre.
Alfonso Armada narra el incidente en su libro Al servicio de la corona, 1983
Fuente: De la alpargata al seiscientos. Juan Eslava Galán