“¡Gran acontecimiento hace 25 años no presenciado en Madrid!” Con este contundente reclamo se trató de ganar y convencer al público madrileño para que asistiese a un “espectáculo” que tuvo lugar el ya lejano 13 de febrero de 1898. Aquel acto, anunciado por toda la ciudad a bombo y platillo resultó ser una lucha entre un toro y un elefante.
Lo primero que he de decir es que el conocimiento de este secreto es uno de los que más me ha impactado de cuantos me he encontrado rebuscando en el pasado de Madrid. Un tipo de espectáculo que yo pensaba (veo que erróneamente) que se había limitado al circo de la Antigua Roma y poco más y que sin embargo en esta ciudad también se vivió en alguna ocasión.
Para este surrealista acontecimiento que tuvo lugar en la desaparecida Plaza de Toros de Goya, en donde hoy se levanta el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, los organizadores decidieron medir las fuerzas de Nerón, una cría de elefante, sin ni siquiera colmillos, que habían sacado del Zoo de Madrid, y las del morlaco Sombretito. El “espectáculo sensacional” (así se anunciaba) cuya entrada valía 2,25 pesetas contaba con las siguientes normas (transcritas directamente del cartel anunciador):
“En el intervalo del tercero al cuarto toro se verificará la lucha del elefante Nerón con el toro Sombrerito”.
“Condiciones de la lucha, el elefante se hallará situado en el centro de la plaza y para mayor seguridad del publico aquel estará sujeto por una de las patas con una cadena de hierro de 16 metros de laro , adherida a un gran poste, fijado en el centro del redondel”.
“La duración del encuentro será de quince minutos”.
Según las crónicas de la época parece que los únicos que aportaron un poco de cordura en todo este disparate fueron los propios animales. Nada más atar al elefante en el centro de la plaza, éste se soltó de su cadena con una facilidad pasmosa y comenzó a deambular por la plaza, en busca de una protección y amparo que nunca llegó. Después, volvieron a colocarlo en su posición inicial y abrieron la puerta por la que apareció el morlaco embravecido.
Llegado el momento del enfrentamiento entre el toro y el elefante, ambos se mostraron desconcertados y con cierta indiferencia, uno respecto del otro. Tras una leve acometida por parte del astado los dos animales optaron por ignorarse. Pasados los quince minutos la gente comenzó a protestar, por lo visto, deseosa de más acción y sobre todo de sangre y violencia, por lo que la Presidencia mandó retirar a Sombrerito, demasiado manso para su rival, y dio entrada a otro toro.
El nuevo invitado de la función sí que arremetió con fuerza contra Nerón, incluso derribándole en un par de ocasiones y causándole varias heridas. Imagino el desconcierto e incomprensión del pobre elefante, a la par que se daba a la fuga por el ruedo, ante la algarabía de la masa que ya empezaba a ver justificado el precio de la entrada. Pocos después, tanto a unos como a otros les pareció bien dar por concluido el esperpento.
Mientras el toro abandonó el coso inmerso en una cerrada ovación al pobre Nerón aún le faltaba una última humillación, que la gente lo despidiese con una lluvia de naranjas, aunque él no pareció entenderlo así y no dudó en engullir alguna que otra gracias a su trompa mientras se marchaba malherido añorando, paradójicamente, la cautividad de su jaula del zoo.
Aquí vemos a Nerón, antes de que soltasen al toro
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¿Quién se apunta a una fiesta clandestina?