Revista Cultura y Ocio
Tal vez sea cierto que la incredulidad ante la propia muerte crece en proporción a su proximidad. La mente, incluso en los últimos momentos de vida, es capaz, según Arthur Koestler, de desdoblarse. Se las ingenia para dividirse en dos mitades, de modo que una de ellas examina de manera fría lo que la otra experimenta. De esta forma, se lee en Diálogo con la muerte, "la conciencia se ocupa de que la aniquilación completa no llegue a experimentarse."
Nadie, que se sepa, puede imaginar su propia muerte sin dejar de contemplarse a sí mismo como espectador. Es también el caso de Isabelle Dumarchey, protagonista de El día señalado, un relato largo de Enrique Vila-Matas. Publicado este por la editorial Nórdica, contiene dibujos de Anuska Allepuz. Fue ella quien ilustró anteriormente Niña, del mismo escritor, libro editado en Alfaguara.
Isabelle intenta evitar a lo largo de las páginas de El día señalado la confirmación del augurio de su muerte. A los diez años de edad le pronosticó una gitana que moriría sedienta y de pie, tal vez bailando, en un día lluvioso de invierno, de un año no precisado. Queda impactada, aunque sus padres no le conceden importancia al absurdo augurio. Logra olvidarlo, pero con el tiempo resurge bajo nuevas formas, persiguiéndola como la voz de un oráculo. Al fatal vaticinio se van añadiendo nuevos detalles. Entre otros, que su muerte se producirá un dos de febrero.
Isabelle, presa del tormento, se plantea en un momento determinado retar a la muerte. Sin embargo, ni siquiera con un cambio de escenarios consigue liberarse de su amenaza. Procura darle la espalda, viviendo como si nada malo pudiese ocurrir. Tampoco en situaciones límites. Pero un solo gesto imprevisto o una frase casual la devuelve al augurio.
Vila-Matas parece dar a entender que no hay estrategia alguna contra la realización del destino. Su relato guarda cierta semejanza con el célebre cuento El gesto de la muerte, difundido con numerosas variantes por autores durante siglos. En este, como muchos lectores recordarán, un joven jardinero persa le pide a su príncipe que lo salve de la Muerte. Se cruzó con ella por la mañana y le hizo un gesto de amenaza. Atemorizado, desea fugarse lejos. Quiere estar esa noche en Ispahán. El bondadoso príncipe le ayuda a escapar, prestándole sus caballos. Luego encuentra a la Muerte y le pregunta por qué le hizo ese gesto al jardinero. "No fue un gesto de amenaza"-le responde ella-, "sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán."
El día señalado ha sido reescrito por Vila-Matas en diferentes ocasiones y con títulos distintos. La primera versión data de 1982, incluida en Nunca voy al cine. La penúltima, de 2007, forma parte de su libro Exploradores del abismo. La idea de Vila-Matas es "ir repitiendo el relato para ir mejorándolo." Una idea que casa con el resultado de su escritura: una única obra que, encadenada a sus fuentes originales potenciales, se despliega hacia nuevos universos.
En El día señalado sufre Isabelle por partida doble. A la desgracia del augurio se le suma "la sombra de la desgracia", expresión acuñada por C.S. Lewis en Una pena en observación. Esta sombra abarca las reflexiones angustiosas que el fatal vaticinio provoca en Isabelle. Ella no se limita a sufrir, sino que se ve obligada a considerar una y otra vez el hecho de que sufre. Podríamos preguntarnos, por tanto, si finalmente busca liberarse de la muerte o del pensamiento de la muerte. ¿Queda o no queda suspendida la respuesta en el aire?