Revista Cultura y Ocio

El diablo de la botella, de Robert Louis Stevenson

Publicado el 06 noviembre 2011 por Goizeder Lamariano Martín
El diablo de la botella, de Robert Louis StevensonTítulo: El diablo de la botella Autor: Robert Louis Stevenson Editorial: Traspiés Año de publicación: 1891Páginas: 61ISBN: 9788493788896

Junto con Cavalleria rusticana y otros cuentos sicilianos, de Giovanni Verga, la editorial Traspiés me envió otra joya literaria: El diablo de la botella, un cuento de Robert Louis Stevenson. Muy a mi pesar, tengo que confesar que esta es la primera obra del autor que leo. Y me ha fascinado. Sus 61 páginas me duraron una hora escasa de una mañana de sábado.

Una hora que se pasó volando, que se hizo corta, porque el relato se lee en un suspiro. Pero fue una hora en la que disfruté muchísimo porque este cuento es una auténtica joya, una delicia con la que se disfruta no sólo mientras se lee, sino también después, pensando en ella, comentándola. Porque es de esas obras que dejan huella, como los posos de una botella.

Aunque este cuento fue publicado por entregas en el periódico Sunday New York Herald entre el 8 de febrero y el 1 de marzo de 1891, ahora, 120 años después de su publicación, está de plena actualidad. ¿Qué precio estaríamos dispuestos a pagar por satisfacer nuestros deseos? Este relato nos habla precisamente de eso, de la necesidad que tenemos de cumplir nuestros deseos, de conseguir todo lo que anhelamos, especialmente los deseos materiales, todas esas cosas que se pueden comprar con dinero. Porque este relato, que nos narra una historia de amor, nos habla también de la omnipresencia del dinero y de su capacidad para circular ininterrumpidamente traspasando fronteras no sólo geográficas, sino también morales. La historia comienza cuando su protagonista, Keawe, un marinero de Hawaii, desea poseer una casa que sea la envidia de todos los habitantes de las islas. Poco a poco, el destino y las circunstancias le acercarán a su sueño, aunque para ello tenga que hipotecarse. ¿Con un banco? No, peor. Con el diablo. O quizá sea mejor. No lo sé. Que cada uno piense lo que quiera. Y todo por culpa de una extraña botella de un cristal blanco lechoso llena de un líquido semejante a fuego y con una sombra que flota en su interior. Una botella de largo cuello y panza redonda en la que vive el mismísimo diablo. Una botella que pasa de mano en mano haciendo realidad los deseos de sus propietarios. Pero todo tiene su lado negativo. La botella debe ser vendida por un precio inferior del que fue comprada y quien muera con la botella en su poder arderá en el infierno. Keawe consigue hacer realidad su sueño, pero él, su inseparable amigo Lopaka, también marino, y la joven y hermosa Kokua, se verán atrapados por el poder de la botella y comprobarán, muy a su pesar, que no resulta fácil alejarse de ella, por mucho que se ponga tierra y mar de por medio. Los protagonistas de esta historia, especialmente Keawe y Kokua, aprenderán que el deseo material no da la felicidad y que, muy al contrario, puede acarrear no solo una vida desdichada, llena de nostalgia, tristeza y soledad, sino también la pérdida del amor y de los sueños. Esta historia, que Stevenson escribió en Vailima, su casa de Samoa, en la que pasó los tres últimos años de su vida, está basada en la obra teatral The bottle imp que, a su vez, se basa en un relato del mismo título que fue publicado en una recopilación en Londres en 1823. El relato es, a su vez, una traducción de un cuento del alemán Friedrich LaMotte Fouqué publicado en 1810 que tiene una trama idéntica a la de la leyenda Spiritus Familiaris, recopilada en la misma década por los hermanos Grimm.

Son muchos los autores que utilizaron esta trama en el siglo XIX, pero todos son deudores de Hans Jacob Christoffel von Grimmelhausen, autor de la novela Trutz Simplex, que se publicó en 1670 y que en España se tradujo como Pícara Coraje, obra en la que incluyó todos los elementos del folclore alemán que conforman la trama de El diablo de la botella. Esta historia, la del relato, me ha gustado casi tanto como el propio relato. Es como si los autores quisiesen deshacerse de esta historia y pasársela a otro escritor, librarse de ella, como los personajes del relato tratan de librarse de la botella del diablo. Pero siempre hay alguien dispuesto a quedársela. Siempre hay alguien inconsciente, irresponsable, despreocupado e ignorante al que no le importan los intereses ni el contenido de la botella. No le preocupan el fuego, la sombra, el infierno o el diablo. Sólo la botella. El final me ha encantado, está lleno de humor y de ironía. Pero no os lo voy a contar. Tendréis que descubrirlo vosotros mismos. Desde aquí lo único que puedo hacer es recomendaros este relato con el que se disfruta muchísimo no sólo leyéndolo, sino también viéndolo, gracias a las ilustraciones de Pablo Ruiz.

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