Me molestan mucho estas visitas que nos hacen los vivos en estos días. Más parecen cosa de teatro que de intima devoción. Las coronas, las luminarias y los llantos enfadan a los difuntos tan modestos como yo, que ya en vida odiaba el rebullicio.
Ahora estoy muy contento, y si no fuese por esta conmemoración hipócrita de los aniversarios... Pero esto me indigna y me saca de mi ataúd. Los que no nos quisieron, los que nos olvidaron, los que fueron felices al heredarnos, ¿a qué vienen este día a escarnecer nuestra memoria?
El diablo de los ojos verdes de Emilio Carrère