Revista Cultura y Ocio

El diálogo imposible entre el gris Kafka y el gordo Monk

Por Calvodemora

El diálogo imposible entre el gris Kafka y el gordo Monk
Hay días en que uno se cree Kafka más que otros, días en los que todo se clausura en un orden hueco, en un trabajo que, en el fondo, rivaliza con el ocio y, en último grado, lo anula. Al ocio, tan pagano a veces, lo desmontó la moral judeocristiana, lo convirtió en pecado, lo hizo culpa. Está el remordimiento planeando la bóveda de los días y está la intendencia del consumo, convirtiendo la vida en un parque temático, pero anoche este escribidor voraz, que lee menos en estos días, que no va al gimnasio porque carece de tiempo o de voluntad para repartir mejor el que le va quedando, que no escucha jazz a diario, como suele hacer desde hace treinta años, encontró un disco de Thelonius Monk que estaba perdido en algún lugar, en una caja de zapatos que guarda viejas cintas de cassette, algunas de las cientos que tuve y que fui remozando en CD, haciendo que dejaran paso al mañana rutilante, dejando espacio a otras adquisiciones de más afecto. Ahí estaba, sublime, tierno, hermoso, intemporal, el gordo Monk. Todavía lo visito, me acompaña, vamos los dos por las calles de Lucena, buscando el origen del swing, la raíz del bebop, no sé, la hondura secreta de los pasos. No sé que le habría dicho Kafka, tan gris, a Monk, tan gordo. Sería un diálogo memorable. Quizá hasta hablasen el mismo antiguo idioma. 

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