Toby Valderrama
En política, en la guerra, el diálogo es necesario, nadie lo duda. Los mayores adversarios se han sentado a la mesa de negociaciones. Ahora bien, tan importante como el diálogo mismo es: ¿cuándo sentarse a la mesa, para qué, con quién?
A destiempo, las conversaciones dan sensación de debilidad, envalentonan a los enemigos. Fue el caso de aquellos diálogos que precedieron al sabotaje petrolero: se hablaba por un lado, y por el otro nos montaban la mayor agresión que en época de paz haya sufrido un país en manos de sus nacionales.
Hoy, ninguno de los escuálidos se ha desmarcado del golpe fascista, todos son o actores o cómplices por omisión, como lo son con el magnicidio, ninguno lo condenó. Es que ellos son prisioneros de sus bases violentas, cada uno expresa su fascismo a su conveniencia: unos tocan cacerola, otros atacan centros médicos indefensos.
Si el canciller advierte al imperio, con valentía, que Venezuela se respeta, si se condenan las conspiraciones de reich y negroponte, si se advierte de una agresión oligarca, lo congruente es una comisión, un Estado Mayor, que prepare al pueblo para esta situación. Todo el Estado debe estar al servicio de esta tarea: los Ministerios, las radios, las televisoras, la prensa escrita.
Está claro, no son tiempos de diálogo, son tiempos de definir los campos, la indefinición fue causa principal para el drenaje electoral. Debemos con urgencia preparar a los revolucionarios para la embestida que ya es inevitable. Lo primero es darles identidad, sentido de pertenencia, orgullo de ser.
Son tiempos de una gran batida, urge explicación, motivación de la masa chavista, del peligro que corremos, de afinar la organización, desempolvar el espíritu de abril, del sabotaje petrolero y relacionar esta agresión con la lucha histórica de este pueblo. Convocar a Bolívar, Zamora, Fabricio, Américo Silva. Convóquese a los obreros, a los campesinos, a todo el que sea decente. ¡Fórmese una comisión para esta tarea!
No hacerlo es dejar al pueblo a la deriva, al espontaneísmo, y ya sabemos, la última elección nos lo indica: una masa sin identidad ni dirección profunda que explique, que concientice, ¡que dirija!, es presa del sentido capitalista, está condenada a repetir el sistema que la vio nacer, que la educó, y lo repite en sus versiones más perversas. No hacerlo es entregar a la Revolución.
Si la Dirección, cuya suerte es la suerte nuestra pero multiplicada, si ellos fallan a toda la sociedad, nos irá muy mal. Si esta Dirección, que la estimamos como la mejor posible, no asume su papel de dirigir el conflicto, y se distrae de espalda a la amenaza, entonces, como dijo el Libertador, “la anarquía nos devorará” e irremediablemente vendrá el fascismo cabalgando en nuestra debilidad.
La Dirección le debe al pueblo, al Comandante, a la Humanidad , que esta Revolución no sucumba, y eso sólo es posible avanzando hacia el Socialismo. Los pactos que confunden a la masa, que la espantan a otras querencias, son suicidas.
¡Con Chávez y con Maduro!