Revista Cine
Como suele pasar, me encontré sin querer con una película interesante en algún canal del cable. Al principio, muy típica. Historia de la vida real, profesora blanca llega a trabajar a colegio público de California y se encuentra con estudiantes rebeldes pertenecientes a minorías étnicas que no le hacen caso. ¿Nada que no nos hayan contado antes, cierto?
Es luego de un enfrentamiento entre pandillas y de la circulación en el salón de clase de una caricatura racista que la historia da un giro. Mientras la profesora les da una charla sobre el odio interracial, les menciona el Holocausto y con gran sorpresa descubre que los chicos no tienen idea del tema. - ¿Qué es eso del Holocausto? – le pregunta uno de ellos.
Entonces la profesora diseña un curriculum de estudios donde incluye una visita al Museo de Tolerancia de Los Ángeles continuado por la lectura de “El Diario de Ana Frank”. Los chicos se sienten identificados con Ana, encerrados en una vida de prejuicios y violencia. Uno de los estudiantes va más allá del diario y lee biografías de Miep Gies, la valiente secretaria que ayudó desinteresadamente a los Frank a mantenerse escondidos durante años. Los chicos le proponen a la profesora recaudar fondos para que Miep Gies pueda viajar a contarles su historia. Y así lo hacen. También conocen en una cena a sobrevivientes de Auschwitz quienes comparten su dolorosa experiencia con los jóvenes.
A partir de esto la profesora motiva a los chicos a escribir sus propios diarios y ellos lo hacen a manera de catarsis ante la violencia que los rodea. La iniciativa del diario de los estudiantes es todo un éxito y tiempo después publican un libro con una recopilación de sus historias: “The Freedom Writers Diary” (El Diario de los Escritores de la Libertad)
Lo que más me gustó de haberme encontrado con esta película, es comprobar una vez más como el deseo de Ana Frank se cumplió. Ella quería ser recordada y marcar una diferencia con su vida, y si que lo logró. Ella sigue y seguirá inspirando por siempre a muchas personas con su historia. Me pregunto si no sería una buena idea incluir la lectura de su Diario en el plan de estudios de los colegios de nuestro país. A lo mejor ayudaría a dejarnos de tanto regionalismo y clasismo que nos impide avanzar. Yo leí el Diario a los 14 años y pregunté a mis padres que era lo que exactamente había ocurrido en esos tiempos. Ellos me lo contaron muy por encima, no sé si porque tampoco lo sabían bien o para evitarme el impacto de conocer algo tan terrible. Pero pienso que está bien que los adolescentes conozcan esa historia y que se horroricen. Tal vez eso les daría una visión distinta del mundo y las personas que los rodean y quizás crecerían con un poco menos de prejuicios que nosotros.