"Corde, que llevaba la vida de un ejecutivo en Estados Unidos -porque, después de todo, ¿no es un decano una especie de ejecutivo?-, se encontraba ahora a nueve o diez mil metros de distancia de su base, en Bucarest, en pleno invierno, encerrado en un elegante apartamento".
Una de las cosas buenas que tiene colocar libros es que siempre aparece alguno que no habías leído. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El diciembre del decano.
Conocemos a Albert Corde, decano de periodismo en la Universidad de Chicago. Está casado con Minna, una astrónoma rumana de fama internacional y ahora su madre ha sufrido una suerte de derramen que la ha llevado al Hospital del Partido Comunista. Han ido a verla, claro, y se han encontrado con un problema digno de Kafka. De cinco días tuvieron una visita formal, otra que se buscaron la vida y una tercera frustrada por haber hecho la segunda de aquella manera. Y así es como Corde acaba en el apartamento junto a la hermana de su esposa pensando, bebiendo y teniendo algún encuentro que ayuda a que avance la teoría del autor.
Bellow, con una paciencia kafkiana, recorre las vicisitudes para lograr enterrar a la madre de Minna, que finalmente muere, y muestra paso a paso cada pequeño problema y signo de corrupción en Rumanía mientras la esposa de su protagonista parece aislarse. Y entonces regresamos a Chicago, ciudad que ya habíamos conocido mediante recuerdos en los que nos ponían al día de la situación dejada por Corde mientras que Bellow nos daba muestras de una suerte de similitudes que el lector va recogiendo poco a poco hasta llegar convencido al reencuentro de la ciudad con los protagonistas. Y es porque Corde escribió sobre la muerte de un chico al que tuvo que identificar y se metió de lleno en el tema de la violencia dentro y fuera de prisión sin importarle nombres y parece que tampoco demasiado el hecho de no tener apoyos ni siquiera dentro de su propia familia. Bellow entrega entonces a un protagonista extremo, que no tiene pelos en la lengua y con un carácter que el lector intuye está a punto de explotar y, y por esto me ha gustado la novela particularmente, no tiene problemas en ser extremo en su instantánea social, se embarra sin perder el sentido del humor basado más en los juegos que en las propias palabras, y deja una novela deslumbrante que avanza rápidamente pese a su extraña disposición.
Pudiera decirse, por supuesto, que estos saltos y extremos indignados aceleran la trama y provocan la sensación de lectura rápida, por supuesto. Pero la novela es compleja. La disposición orquestada de momentos y fragmentos, la anticipación del lector al regreso, la mujer impedida, el abogado que es a la vez familia del protagonista pero defiende al otro lado, cada pieza, cada acto, forman parte del puzle que constituye esta novela con un reflejo social bastante crítico de un mundo lleno de problemas que solo puede mejorar si somos capaces de poner nuestra atención en ellos.
Me ha gustado El diciembre del decano. Disfruto muchísimo leyendo a este autor.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.