Sacha Baron Cohen vuelve a producir y protagonizar una nueva delirante comedia, dirigida por Larry Charles. Para esta ocasión se pone en la piel de un dictador con menos luces que el coche de los Picapiedra, pero más malo que los guisos de Daphne Moon (Frasier).
El flamante General Aladeen gobernador de la nación africana de Zabibah fue impuesto en su puesto de gran mandatario a una temprana edad. Su educación fue impuesta para despreciar y humillar a todos sus semejantes, donde se llega a encontrar a su tío. Consejero real que siempre le ha guardado un especial rencor y odio a Aladeen, cuando este fue condecorado como gran general y el no. Para deshacerse de Aladeen. Lo llevara a una conferencia mundial en New York para declarar a su país como la resistencia de las dictaduras. Pero para sorpresa de Aladeen. Su tío le tiene guardada una jugarreta. En ayuda del servicio de inteligencia de Estados Unidos este sera despojado de su don más representativo y condenado a muerte. Pero no todo sale como quería hacerse desde un principio y Aladeen tendrá que sobrevivir en las calles neoyorquinas. Junto a las clase social que siempre ha menospreciado e insultado.
Expuesta como una mofa, una critica al imperio Norteamericano. El dictador es una nueva comedía critico-social sobre el modo de vida en Estados Unidos. Pero yo me pregunto. ¿Donde empieza la critica y termina el ensañamiento? Dentro de una película donde se muestra demasiado machista y utiliza a las mujeres como a un trofeo más que personal, o que muestre a las gentes que viven en los montes como unos animales que no saben diferenciar entre una mujer y una cabra. La película esta llena de gags demasiado dolorosos para mi gusto. Donde lo que podía ser una critica más bien justa se convierte en un desfile de fantasías de un depravado donde solo le queda dos neuronas para llegar a cogerse sus miembros. Vamos, es como coger a Torrente y declararlo como a la monja de la caridad después de haber visto a su hermano más sanguinario.
Nota.- 1'5/10