¡Ejecutenlo!
★★½☆☆
Con una agresiva campaña publicitaria en donde tenemos al actor Sacha Baron Cohen aprovechándose de cualquier evento para anunciar su nueva película, es inevitable no sentirse interesado de su nueva producción. No hace poco tiempo que apareció invitando a los electores mexicanos para que votaran por él, en una verdadera muestra de iniciativa muy ausente en las distribuidoras de nuestro país.
Después del tremendo éxito que tuvo con Borat y el regular Brüno, era cuestión de esperar a ver que otra faceta cultural el comediante se decidiese a explotar. Es así como ahora tenemos al Almirante General Aladeen, parodiando el club de dictadores, que para fortuna de la producción, han fallecido o sido asesinados recientemente varios líderes que entran en tal descripción, como si alguien les estuviera haciendo un favor.
Atrás ha quedado la falsedad de filmar un documental con decenas de personas asombradas de las escandalosas actitudes del actor, para dar paso a lo más cercano a una película con guión. Los resultados no son tan halagadores, considerando que la fuente principal de risas es Cohen y no una “inocente” víctima de uno de sus tantos crueles “chistes”.
No tengo nada contra el actor quien entre sus fortalezas es lograr una adecuada caracterización y aquí no es la excepción: con su gran barba, vestido con un uniforme militar con sepa cuantas condecoraciones y con una voz de algún comerciante de un bazar perdido del cuento de ‘Las mil y un noches’, hace lo humanamente posible para hacernos creer que tal persona existe. Todavía para hacer notar su presencia, se adorna con la escolta de bellísimas damas que tiene el doble propósito de protegerlo y complacer sus deseos. Lo malo es que a la larga Cohen se vuelve insoportable y lo peor que no tiene a nadie más que lo apoye a llevar la película.
Ni el talentoso Ben Kingsley que es reducido a ser más tieso que el burócrata que pretende ser o la bella Anna Faris que se dedica a ser el objeto de insultos, el comediante no tiene otra persona que no sea el mismo para hacernos reír. El resto del elenco tienen como principal función darle continuidad a un libreto que involucra la idea de un dictador vagando por las calles de Nueva York y recibiendo ayuda del universo para lograr volver al poder de su querido país de Wadiya.
El principal problema que se tiene, es que el estilo de humor que se utiliza no siempre funciona. Y no me refiero tanto al abuso de las partes intimas del aparato reproductor, el acto del amor o la constante discriminación que sufren los hijos de Israel, después de todo es casi imposible fingir demencia cuando a Cohen no precisamente se le conoce como el gendarme de la estaciones de trenes en París. Contrario a lo que parece, es lo que mejor funciona y todo esos ‘chistes’ son de esperarse, es su estilo y no hay nada que hacer al respecto, pero a diferencia de Borat y Brüno que manejaba temas que la sociedad tiene en común, ahora pretende ser una crítica-parodia que sólo aquellos conocedores de la geopolítica pueden disfrutar.
Lamento decirlo, pero la gente que estará dispuesta a ir al cine son adolescentes que no tienen la menor idea de quien es Kim Jong-il, Gaddafi o hasta Saddam Hussein. Para todos ellos la representación de cada una de las excentricidades por parte de Aladeen se pierden y lo único que quedan son sus chistes de mal gusto que no son suficientes para rellenar la duración de la película, que para colmo se siente extensa. Si para empezar no es de su agrado como el actor tiene un síndrome Freud de un niño de tres años, entonces no hay mucho que ver y la cinta será insoportable.
Lo que de seguro a muchos harán que uno que otro levante la ceja, es el mensaje final de Aladeen que parece canalizar el clásico del cine ‘El gran dictador’, con un discurso donde se compara la democracia a una dictadura. Para su desgracia esto se vuelve un intento fallido por dignificar todo un circo que al final de cuentas sólo ofende y quizás para aquellos con gustos exóticos llegó a entretener.
Es así que este dictador no supera una revolución de masas y es mejor mandarlo al exilio o de plano algunos desearán ejecutarlo donde se encuentre.