Revista Cultura y Ocio

El Diderot para quien el mundo existió, Hugo von Hofmannsthal

Publicado el 15 febrero 2018 por Kim Nguyen

“Diderot es Diderot, un individuo singular; quien le censura, a él o a sus cosas, es un filisteo, y son legión. Pero los hombres no saben recibir con agradecimiento ni de Dios ni de la naturaleza ni de sus semejantes lo que es inapreciable.” Así escribe Goethe a Zeller, el 9 de marzo de 1831.

Un individuo singular; allí estaba e iluminaba, vivía, amaba. Daba luz y calor. Garantizó una gran alegría a algunos de los hombres de su época; a algunos, a unos cientos, a unos miles, tal vez a algunas decenas de miles. Y se desvaneció como se desvanece un color en el cielo vespertino, del mismo modo que al cabo de poco se extingue una luz más que mágica del lejano cielo sobre las montañas. Así son también los individuos singulares que nunca retornan. Todas las cosas hermosas son singulares, únicas. Todo árbol hermoso a cuya sombra hemos reposado, arces, olmos, encinas, en ninguna parte volveremos a encontrar nada plenamente igual. ¿Qué hermosa mirada de perro que ha muerto ha vuelto jamás?
Pero él dejó algo tras de sí. Creó, como suele decirse, algunas cosas. Dejó esas “cosas” que el filisteo no suele criticar. Temo que no las censura porque no las conoce. No le irritan porque nadie las alaba en su presencia. No le excitan hasta la sorda oposición, porque no ve a ningún viviente que se extasíe en ellas.

Y, sin embargo, hay gente aquí que traduce este libro, que lo imprime en buen papel, que lo encuaderna en pergamino. Realmente, acá o acullá flamea la voluntad de no echar al olvido a Denis Diderot, el Diderot para quien el mundo existió, el Diderot que escribió sobre el narciso Rameau, que creó este personaje empapado de vida, rebosante de realidad, chispeante por algo más que la misma realidad, este narciso Rameau parlanchín, este pensador, este parásito, este en su interior insobornable juez de los hombres, este truhán, esta seductora alma de hombre.

Hugo von Hofmannsthal
Diderot escribe a Sophie Volland, 1905

Traducción: Marciano Villanueva Salas

Pintura: Jean-Honoré Fragonard
Denis Diderot, 1769

Previamente en Calle del Orco:
Este festín de inteligencia, humor y fantasía, Milan Kundera
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