Jacques Le Goff, Trotta. Trad. M. Tabuyo y A. L. Tobajas.
El libro está estructurado como una conversación entre Jean-Luc Pouthier y Jacques Le Goff. El primero, periodista e historiador; el segundo, uno de los más reconocidos especialistas en la Edad Media. En la conversación Pouthier procura que Le Goff sintetice y haga más clara su tesis central: hay algo así como una historia de Dios, es decir, lo que se predicaba del Dios cristiano a finales de la Edad Media fue el resultado de un proceso de mejora y transformación de la imagen de Dios. Le Goff logra dar pruebas para sostener esa tesis y otra más: el imperio expansionista de la imagen cristiana de Dios se sostuvo gracias a su astucia para dar a la sociedad un Dios que se adaptara a sus cambiantes necesidades.
Algunas de las pruebas: i) el paso más importante para la primera transformación lo dio el emperador romano Constantino el Grande, quien después del edicto de Milán (313) tomó la decisión “(…) no sólo de tolerar la nueva religión [cristiana], sino incluso de dirigirse al Dios de los cristianos, del que espera su salvación y la del imperio”. En 392 el emperador Flavio Teodosio convierte el cristianismo en religión oficial del imperio. Pasamos, pues, de un dios rechazado a un Dios del imperio. ii) En la Edad Media no cualquier lugar es digno para Dios. El cristianismo medieval no permitía la omniposibilidad de culto. Aunque Dios fuera omnipresente no en todos los lugares se le podría rendir tributo. Para tener un control sobre sus fieles el cristianismo instauró capillas, cruces e iglesias en cada pueblo; se aseguró una ocupación exhaustiva y organizada del espacio; estructuró las ciudades; facilitó la comunicación entre las regiones y ofreció, bajo su cándida restricción, la mejor herramienta de censo poblacional. iii) El “golpe maestro del cristianismo (…) es que Dios se ha encarnado, que Dios se ha hecho hombre”, y que ese hombre ha sido pobre, de familia humilde, que ha merecido la más indigna de las muertes romanas y que ha sido salvado: “Jesús puso de manifiesto que todos los hombres pueden ser salvados, puesto que el más miserable de ellos [a ojos del imperio] ha sido salvado”. iv) Después del siglo VII a la imagen de Dios se le agrega cierta capacidad de delegar. Al Dios que invitaba al monoteísmo y que tenía entre él y los hombres a sus mensajeros (los ángeles), inhabilitados para intervenir en la vida de los hombres, le acompaña un ejército, cada vez mayor, de ángeles guardianes que ostentaban poderes similares a los suyos. El cristianismo sabía de las virtudes de semejante hazaña, con ella “(…) ¡la población cristiana casi se multiplica por dos! El Dios de la Edad Media está a la cabeza de todo el universo”.
Le Goff sostiene dos tesis más de las que no hablé: v) el cristianismo es, en últimas, una forma refinada de politeísmo, y vi) la necesidad de los cristianos medievales de agrandar la brecha entre su Dios y Yahvé condujo a lo que en el siglo XIX tomó forma de antisemitismo. Ya juzgará usted.
Jhon IsazaLibélula Libros