“Era un cuento breve, a un director le gustó y me pidió los derechos. Yo se los cedí, pero la película nunca se llegó a producir por algunas dificultades. Luego, mucho tiempo después, yo encontré un productor dispuesto a apoyarme y la hicimos nosotros mismos”, cuenta el director.
Es una historia sobre inmigración, claro, pero muchas cosas más. Por ejemplo, la soledad de los mayores, la desorientación de los jóvenes y las diferentes formas de vivir la vida.
“No es un documental. No es un alegato a favor o en contra de nada. No es un llamamiento. Sólo trata de reflejar la mirada que yo he imaginado”, decía Molina Foix en la presentación en el TEA.
Y la verdad es que es un drama impregnado de ternura y humor. Situaciones un tanto inverosímiles resueltas con realismo. Una fábula contemporánea sobre los sentimientos y las inseguridades, tanto de inmigrantes como españoles, ante las que cada uno de los protagonistas lucha como puede y a su manera.
En este sentido, me gustó mucho la contraposición entre Yaou (Mami Diocou), sengalés, y Rachid (Soufianne Ouaara), marroquí, que se enfrentan de formas muy diferentes a su vida en España. El primero casi siempre callado, tranquilo, invisible; el segundo parlanchín, extrovertido, buscavidas.
La historia entre Yaou y Marisa es, sin duda,
lo más sorprendente, llamativo y bonito de la cinta.
Una película amena e interesante, que no pretende descubrir nada nuevo, pero sí tratarlo de una manera diferente. Un gran acierto que triunfó en el Festival de Cine de Málaga y que espero que siga teniendo recorrido.
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PD: Por poner alguna pega, diría que es un poco larga; pero a mí casi todas me parecen largas.