Me interesé por este libro después de escuchar un podcast en el que se entrevistaba al autor y presentaba este libro de memorias como un testimonio muy sincero de alguien que estuvo un año, desde su puesto de director de El Mundo, cerca de los estamentos de poder de este país. Hasta su sorprendente nombramiento en abril de 2015 como director de una de las cabeceras principales de España, David Jiménez había sido corresponsal en diferentes países y se encontraba muy alejado del mundo de intrigas y presiones de los altos directivos.
Según cuenta el autor, desde el primer momento su intención fue transformar el periódico en un diario enteramente independiente y libre de presiones del poder, unas ideas que chocaron continuamente con los dueños, sobre de Antonio Fernández Galiano el presidente de Unidad Editorial, a quien llama El Cardenal - casi todos los personajes que rodean al protagonista están presentados con pseudónimos - , un hombre muy cercano a los círculos del poder que intentaba que las noticias no mancharan la reputación de sus numerosos amigos. Además, la buena marcha económica del periódico dependía de que se respetaran los Acuerdos, unos pactos no escritos que permitían la contratación continua de publicidad por parte de bancos y grandes corporaciones en las páginas del periódico a cambio de ofrecer en sus páginas noticias que salvaguardaran la buena reputación de las mismas. Unos pactos que hablan de las carencias de la libertad de prensa en España y que explican la condescendencia con la que se han tratado muchos temas en nuestra prensa en las últimas décadas:
"Durante décadas ofrecimos a la monarquía inmunidad informativa y adulación, enviando a sus miembros de moral más endeble la señal de que nunca serían censurados. Vivimos en connivencia con bancos y tiburones inmobiliarios, sin denunciar sus excesos porque su publicidad engordaba nuestras cuentas de resultados. Nos sometimos a Los Acuerdos, sin oponer ninguna resistencia o promocionándolos. Y alineamos nuestros intereses con los de los partidos políticos y gobiernos, a cambio de dinero institucional, licencias de televisión o favores. La prensa, atrincherada en ideologías irrenunciables y fiel a una verdad que encajara en ellas, había malgastado sus mejores días en batallas mediáticas y luchas de egos, mientras guardaba silencio sobre sus propias deshonras."
A pesar de su loable intento, David Jiménez jamás pudo conseguir sus objetivos, pues eran demasiados los obstáculos y los opositores a sus ideas de una prensa sin el lastre de tener que pagar continuamente favores y publicar o no las noticias según intereses ajenos al interés informativo de las mismas. Tampoco se avanzó en la dirección deseada en la digitalización del diario, una apuesta que solo se abordaría con seriedad bastante después de que Jiménez abandonase el diario. El director es un muy interesante testimonio de cómo funcionan las cosas en las altas esferas de este país, una lectura imprescindible para todos aquellos que intentamos seguir la evolución de la prensa diaria.