Un maestro tenía centenares de discípulos. Todos rezaban a la hora indicada, excepto uno, que vivía borracho.
El maestro fue envejeciendo. Algunos de los alumnos virtuosos comenzaron a discutir quién sería el nuevo líder del grupo, aquel que recibiría los importantes secretos de la Tradición.
En la víspera de su muerte, sin embargo, el maestro llamó al alumno borracho y le transmitió los secretos ocultos.
Los demás discípulos comenzaron una verdadera rebelión.
– ¡Qué vergüenza! – gritaban por las calles -. Nos sacrificamos por el maestro equivocado, que no sabe ver nuestras cualidades.
Al escuchar la confusión de afuera, el maestro agonizante comentó:
– Era necesario que transmitiera estos secretos a un hombre que conociese bien. Todos mis alumnos eran muy virtuosos, y apenas si dejaban ver sus características. Eso es peligroso; la virtud muchas veces sirve para esconder la vanidad, el orgullo, la intolerancia.
Por eso elegí al único discípulo a quien yo conocía realmente bien, ya que tenía a la vista su defecto: la bebida.
Paulo Coelho