En medio de esta enorme explanada encontramos una discreta construcción que muchas veces pasamos por alto y que ha ido perdiendo notoriedad con el devenir de los años.
Hay sitios de Madrid donde uno tiene la sensación de que la vida se desparrama por doquier. Que el caos y el crecimiento de la ciudad se las han apañado para adueñarse de un trozo de la ciudad que siempre se mantiene relativamente hostil al peatón. Un claro exponente de ello es la Plaza de Colón, un ensanchamiento urbano donde el tráfico rodado ha ganado su particular pulso a los subyugados peatones. Envuelto en esta algarada vive la construcción en la que nos toca detenernos esta vez.
Casi a la misma velocidad que los coches atraviesan este nudo de la capital bajo la pétrea inspección de nuestro navegante más célebre, los inquilinos de estas aceras han ido mutando de traje. Acaparando la mayoría de miradas están las polémicas Torres de Colón. Junto a ellas se levanta nuestro pequeño protagonista, el Edificio Crédit Agricole. Es quizás por ello que muchas veces pasa inadvertido, por la notoriedad que le birlan sus vecinas.
Cada vez que paseo por aquí le dedico un par de vistazos. Es sin duda el encargado de aportar cierta elegancia a un entorno que ha ido regalando su encanto con construcciones como el Centro Colón o las citadas torres. A pesar de su escasa altura, unos ocho pisos si no he contado mal a pie de calle, da la sensación de ser el verdadero patriarca de este concurrido punto de Madrid. Otros llegaron más tarde y le superaron en tamaño y fama. Aún así, se mantiene firme y elegante. Él, y sólo él marca el inicio del Paseo de la Castellana con el primer portal de esta imponente avenida que se extiende, desde aquí, 6,3 kilómetros conquistando el horizonte.
Desde que fuese proyectado en 1879 por el arquitecto Antonio Ruiz de Salces, quién también colaboró en los trabajos de ensanchamiento de la Puerta del Sol y en la construcción de la Biblioteca Nacional, ha observado con detenimiento como su entorno cambiaba de modo incesante hasta hacerse casi irreconocible. Alteraciones que no pudo esquivar y que tuvo que soportar en primera persona ya que en 1930 tuvo que ser reformado y ampliado.
En esta comparativa de fotos de la Plaza de Colón podéis ver como hubo un momento en el que este edificio sobresalía por su altura, cuando nadie le hacía competencia, no como en la actualidad.
Este bonito edificio de líneas clásicas, fachada escalonada y color blanco albergó originalmente la sede de la compañía de seguros Omnia mientras que en la actualidad está ocupado por las oficinas del grupo bancario francés Crédit Agricole, de ahí su nombre. De todos modos hoy por hoy se mantiene como un doloroso anónimo en la mayoría del colectivo madrileño.
Siempre que lo observo tengo la sensación de estar contemplando esa persona mayor que trata de buscar una explicación a todo cuanto le rodea mientras divaga sobre si los tiempos del llamado progreso han avanzado en la dirección correcta. Algo así debe pensar este discreto edificio de Madrid que tantas veces pasamos por alto y que, sin embargo deberíamos mirar más a menudo.
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