Revista Cultura y Ocio
«El discurso del Rey», dirigido por Magüi Mira, en el Teatro Español
Publicado el 18 junio 2015 por Juliobravo«El discurso del Rey», todos lo sabéis, es una película de Tom Hooper que obtuvo hace cinco años cuatro Oscar de Hollywood, entre ellos los de mejor filme. Narra la historia de Jorge VI, Rey de Inglaterra tras la abdicación de su hermano Eduardo, a quien le correspondía el trono. Jorge VI padecía un problema de tartamudez, y para superarlo contó con la ayuda de Lionel Logue, un actor frustrado australiano convertido en fonólogo.
Tiene una curiosa historia la creación de esta pieza. Su autor, David Seidler, con el mismo problema de tartamudez que el Rey británico, sentía una gran admiración y fascinación por el personaje. Investigó sobre él, y sus pesquisas le llevaron hasta un hijo de Lionel Logue, que le facilitó material con el que poder narrar la relación entre su padre y el Rey. Seidler escribió a la Reina Madre -la Isabel que aparece en la película-, y ésta le dio permiso para contar la historia... cuando ella hubiera fallecido. Así que esperó a que esto sucediera; su texto llegó a una productora y después al director Tom Hooper.
El propio Seidler escribió tanto el guión cinematográfico como la pieza teatral que cierra estos días la temporada del Teatro Español, con una versión de Emilio Hernández, y en una singular y atrevida puesta en escena de Magüi Mira. Adrián Lastra y Roberto Álvarez encabezan, como Jorge VI y Logue respectivamente, el reparto, que completan Ana Villa, Gabriel Garbisu, Lola Marceli y Ángel Savín.
No estoy de acuerdo con quienes alegan que no tiene sentido contar esta historia en el teatro cuando ya lo ha hecho, y tan bien, el cine. Son mundos diferentes, vehículos diferentes para la narración, y en la intimidad de una sala de teatro la conmovedora y ejemplar historia de Bertie y Logue, del Rey y el terapeuta, adquiere un significado diferente. La brillante versión de Emilio Hernández profundiza tanto en el viaje personal de los dos protagonistas, mucho más largo en el caso del Monarca, como en la vertiente política, de una determinante influencia en la historia: Jorge VI ha de asumir la corona por la renuncia de su hermano y una de sus primeras decisiones ha de ser la participación de Inglaterra en la II Guerra Mundial.
La de Jorge VI es la historia de un hombre que ha de enfrentarse a sus frustraciones y sus miedos; la de un hombre a a quien la responsabilidad le obliga a superar sus limitaciones, y para ello cuenta con una ayuda inesperada: la de un plebeyo (la obra transcurre en los años treinta, cuando nadie podía acercarse a menos de cinco pasos a un miembro de la Familia Real). El retrato de un ser aparentemente todopoderoso, pero a la postre enormemente frágil, y su relación con un australiano desacomplejado y generoso, es apasionante.
Magüi Mira ha optado (¿elección u obligación?) por una puesta en escena minimalista -demasiado, a mi gusto- y con decisiiones tan arriesgadas como chocantes. Todos los actores permanecen en escena durante la función entera, y son en cada momento intérpretes o espectadores, que en este último caso reaccionan con extrañas coreografías a lo que pasa en escena. El movimiento de los personajes es constante durante toda la función, hasta el punto de desvirtuar su personalidad: es difícil que un Rey inglés de los años treinta se arrojara histérico al suelo como hace Jorge VI, por ejemplo, y tampoco resultan creíbles las actitudes corporales de su hermano Eduardo y de su amante, Wallis Simpson (una mujer mucho más refinada de lo que se dibuja en escena).
Adrián Lastra, en su primera experiencia en teatro de texto -hasta ahora solo había intervenido en musicales-, asume un difícil reto, el de no convertir la tartamudez de su personaje en una caricatura, y lo supera con creces. Su Jorge VI destila vulnerabilidad dentro de su altivez, y firmeza dentro de su inseguridad. Roberto Álvarez dibuja a un Lionel Logue vital y simpático, que no se arruga ante los desaires y desafíos del Rey. Los dos brillan dentro de un entregado reparto.