Los medios informativos españoles siguen expresando sus dudas sobre si María Dolores de Cospedal decía verdad al negar que hubiera recibido ilegalmente dos sobres con 7.500 euros cada uno de Luis Bárcenas.
Alegan que podrían creer al extesorero del PP que insistía en esa acusación desde la cárcel de Soto del Real por videoconferencia con un juzgado de Toledo.
La duda es justificable porque todos los partidos políticos, de derechas e izquierdas, se han financiado ilegalmente durante décadas.
El caso Cospedal quizás no pertenezca al circuito de ilegalidades que señala Bárcenas, aunque eso no evite que pudiera estar en otros: el careo se produjo porque ella presentó contra él una demanda de protección al honor.
Quien haya visto al extesorero del PP en las entrevistas previas a su encarcelamiento preventivo sabe que, aparentando sinceridad, es un enorme caradura y embustero.
Negó la existencia de dinero suyo en el exterior hasta que aparecieron casi 60 millones de euros en distintas cuentas que luego atribuyó a sus genialidades como inversor en mil negocios inexistentes.
Negó que “los papeles de Bárcenas” publicados en El País y en el Mundo fueran suyos, y cuando tuvo que admitir su autoría parcial y denunció las entregas a Cospedal, fue cuando ella presentó la demanda por la que se produjo el careo.
Entonces fue cuando admitió que esos papeles eran suyos, por lo que la secretaria general del PP y otros señalados retiraron sus demandas contra los periódicos que los reprodujeron: no eran papeles falsos, sino que, alegan, lo falso eran sus asientos.
Puestos a buscar la verdad, en este caso Bárcenas no tiene credibilidad alguna, miente constantemente y trata de conservar su fortuna con mil artimañas.
Y Cospedal, aunque sea solamente en este caso, la tiene toda, aunque podrían aparecer después pruebas de origen menos artificioso: entonces, sí, ya sería otra historia.
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SALAS