Revista Cultura y Ocio

El disputado voto del señor Cayo

Publicado el 09 diciembre 2021 por Rubencastillo
El disputado voto del señor Cayo

Vuelvo al maestro Miguel Delibes, con otra de sus novelas emblemáticas, que lleva por título El disputado voto del señor Cayo. Y creo que en ella conviene distinguir claramente dos planos: de un lado, su tesis o idea central; del otro, su formulación literaria. Con la primera creo que no tendría ningún problema en mostrarme conforme, porque desarrolla narrativamente su convicción de que los habitantes de la ciudad han estigmatizado a los del campo, considerándolos “paletos” y suponiéndose (sin más fundamento que su vanidad) superiores a ellos. Es tan evidente que ni siquiera merece la pena acudir a ejemplos concretos: los podríamos encontrar a millares, en la prensa, en la literatura, en televisión y en eso que llaman el “sentir popular”. Hasta ahí, aplauso admirativo.

Pero (y cómo me duele el pero, porque Delibes es uno de mis dioses literarios) me parece que en esta novela la construcción literaria es más defectuosa de lo habitual en el vallisoletano. Por ejemplo, en la discutible y malhadada acumulaciónde trazos con los que dibuja al protagonista: Delibes se desliza hacia un maniqueísmo demasiado evidente cuando nos presenta al señor Cayo como un experto en todo y además nos lo cuenta con una rapidez forzada. En las pocas horas que comparte con los visitantes políticos que acuden para recabar su adhesión democrática, el señor Cayo despliega una exhibición de destrezas tan acelerada que pone en evidencia que Miguel Delibes quiere decirlo todo y se ve obligado a decirlo a toda velocidad, encadenando una con otra, una con otra, una con otra: su exhaustivo conocimiento de hierbas, de pájaros, de medicina natural, de fabricación de embutidos, de abejas, de amasado de pan, de mil y una herramientas agrícolas… Conocimientos que no son raros en un personaje como él (quién lo dudaría), pero que expuestos con esa fatigosa y asfixiante rapidez generan la enojosa sensación de hallarnos ante una caricatura. Bienintencionada, pero caricatura.

Tampoco me ha resultado creíble el modo en que los urbanitas que acuden a dar un mitin en el pueblo quedan en esas pocas horas tan subyugados con el noble labriego que cambian su visión del mundo de un modo radical. Delibes consigue fórmulas literarias muy hermosas (por ejemplo, cuando Víctor queda prendado de la sabiduría ancestral del señor Cayo y le comenta a su acompañante femenina: “Nosotros, los listillos de la ciudad, hemos apeado a estos tíos del burro con el pretexto de que era un anacronismo y… y los hemos dejado a pie. Y ¿qué va a ocurrir aquí, Laly, me lo puedes decir, el día en que en todo este podrido mundo no quede un solo tío que sepa para qué sirve la flor del saúco?”), pero que no me terminan de resultar sólidas desde el punto de vista narrativo. ¿De verdad que un urbanícola que aspira a ser diputado en el congreso se convence en dos horas de que es un “listillo” y que vive en un “podrido mundo”? A mí no me resulta creíble, francamente.

Claro, esto me lleva a una conclusión que me desazona: si la literatura está (siempre lo he dicho) en el “cómo” y no en el “qué”, no me queda más remedio que admitir que El disputado voto del señor Cayo es una novela coyunturalmente bien acogida e ideológicamente plausible, pero que no va a soportar demasiado bien el paso del tiempo, una vez que se alejen las circunstancias históricas que la motivaron y los lectores se ciñan a lo puramente literario de su contenido. En suma, que no creo que sea una buena novela, vaya. No, desde luego, siendo Miguel Delibes su autor. Y me duele decirlo.


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