A principios de los años treinta del siglo XX el cine ya se había consolidado como espectáculo popular, una forma de arte para el consumo masivo en el que el fantástico era un género menor. Pero fueron apareciendo títulos que lo elevaban al mismo nivel de la comedia, el melodrama o el western: El gabinete del doctor Caligari (1920), Nosferatu (1922), Metropolis (1927), por nombrar algunos. Por su lado, los estudios Universal agregaron al imaginario colectivo su propia versión de esos monstruos tan reconocibles por el público como Drácula, la momia o en el caso que nos ocupa, el ser fruto de los experimentos del Doctor Frankenstein, una creación aberrante y aterradora causante de maldad y, a su vez, víctima de su propio origen maldito.
Así lo muestra James Whale en la cinta de 1931, una versión de la obra literaria de Marie Shelley que ha trascendido el tiempo y ha sido, y es, influencia decisiva. Aleación poderosa entre expresionismo, romanticismo y existencialismo que hizo de Whale uno de los grandes pioneros del género fantaterrorífico junto a Fritz Lang, F.W. Murnau o Todd Browning, entre otros. De todas todas, obra inmarcesible de valor incalculable en la historia del cine
Puntuación @tomgut65: 10/10