El Instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas dedicado a la Construcción lleva el nombre de Eduardo Torroja. Al propio ingeniero se debe el edificio que se haya en la Calle Serrano Galvache, al final de Arturo Soria, pegado a la M30.
Con sus obras Torroja nos ha mostrado como un material tan poco etéreo como el cemento puede flotar. La lámina de hormigón armado en sus manos se vuelve mágica y leve. Ya lo mostramos en el hipódromo de Madrid.
A Torroja también debemos Razón y ser, uno de los libros más recomendables para percibir como técnica avanzada y arte, lo práctico y lo estético, no solo no se contraponen sino que se refuerzan.
Torroja tuvo que diseñar un depósito de carbón para el nuevo centro de investigación. Entre los sólidos regulares el óptimo en capacidad/superficie, estabilidad y constructibilidad era el dodecaedro. Desde la calle podemos contemplar el gran contenedor, la quintaesencia platónica para el combustible de Vulcano.
En los días de puertas abiertas o si nos cruzamos con algún investigador entusiasta que nos lo enseñe podemos ver el resto del edificio. No nos perdamos el volador templete que reproducimos.