Revista Coaching

El dolor propio o ajeno

Por Mbbp

EL DOLOR PROPIO O AJENO

Creo que la lección de la vida que más me cuesta aprender es ver sufrir a quien quiero y no poder hacer algo por evitarlo! Supongo que no es nada nuevo! Por ejemplo, también lo es para una madre o un padre que evita por todos los medios ver sufrir a un hijo! Sin duda siempre es doloroso el sufrimiento de los demás! Cuando veo en la TV imágenes de niños con hambruna, famélicos, enfermos y sufriendo en países como Somalia, me duele el corazón y maldigo la injusticia que hay tras todo ello, sobre todo cuando observo la cara de impotencia de esas madres con su hijo moribundo a cuestas y sin poder hacer nada para remediarlo! Lo reconozco, se me encoje el corazón… y siento rabia y desolación! Pero, ¿qué pasa cuando le pones nombre y apellidos a esa cara de sufrimiento, ya sea del niño o de su mamá? ¿Es diferente el dolor que sentimos? ¿Existen diferentes tipos de dolor o de sufrimiento?

Posiblemente el dolor anónimo es menor o, al menos, más abstracto, aunque igualmente nos impacta como seres humanos, conmueve nuestro corazón y despierta el sentimiento de solidaridad! Pero cuando este dolor y sufrimiento nos “tocan de cerca” y el afectado es alguien conocido, no solo se conmueve nuestro corazón, sino que nos invita a actuar! Es humano evitar el dolor… el nuestro propio y el de quien queremos! Así, por ejemplo, una madre intenta por todos los medios a su alcance evitar el sufrimiento de sus hijos. Incluso daría su propia vida por ello! Querer a alguien es desearle lo mejor en su vida y, por tanto, evitarle lo peor! Y, sin duda, creemos que el sufrimiento es una de las peores cosas que nos pueden pasar! Pero, ante todo, deberíamos admitir que muchas veces sufrimos por no poder hacer nada para evitarlo… aunque sepamos que muchas veces el nuestro sea un sufrimiento “inútil” y casi siempre es el camino inevitable para aceptar la realidad!

¿Es siempre igual el dolor? ¿Existen diferentes tipos de dolor? Sí, en principio deberíamos admitir el dolor físico y el emocional, del que hablamos aquí. El dolor, del tipo que sea, es consustancial al ser humano, como lo es el amor! Es una emoción humana como cualquier otra, aunque la compartimos con el reino animal. El sufrimiento, en cambio, es un sentimiento que provoca el dolor y es fruto de la conciencia de la propia emoción. El dolor, como tal, es inevitable en la vida, pero el sufrimiento es un acto de conciencia y, por tanto, de voluntad! No puedo negarme al dolor, pero sí puedo elejir no sufrir! El dolor permanece mientras existe el estímulo adverso, pero el sufrimiento es, por decirlo de alguna manera, la prolongación mental de ese dolor! Por ejemplo, una madre en el parto padece dolor, pero una vez ha visto que su bebé está sano y salvo, su dolor se diluye, el sufrimiento no aparece y, en cambio, aparece el amor! El sufrimiento apenas existe, pues ese dolor tiene su sentido! De hecho, ese dolor físico queda sustituído por el amor en el corazón!

El sufrimiento, como he dicho antes, es la prolongación del dolor! Es una “ilusión” muchas veces fabricada por la mente y se prolonga más allá de la causa que nos provocó el dolor! El dolor es algo humano. Pero si añadimos el sentimiento de culpa o el de injusticia, el dolor se convierte en sufrimiento! Es más, según como, se convierte en una actitud en la vida, sobre todo cuando no somos capaces de encontrar el sentido a ese dolor! Así, demasiadas veces vivimos sufriendo porque tenemos el dolor anclado en nuestro corazón… haciéndonos sentir -inutilmente- víctimas o culpables! ¿Qué es, si no, esa pena o esa rabia que nos sobrecoje de vez en cuando, sin previo aviso? Porque este dolor “encapsulado” en nuestro interior sale de tanto en tanto provocándonos miedo y sufrimiento ante estímulos que rememoran las circunstancias similares que provocaron en su día el dolor!

¿Para qué sirve el dolor? El dolor emocional es inevitable, forma parte de la propia vida… y, como todo en ella, tiene su propio sentido! El dolor que proviene del corazón nos hace ser conscientes de alguna realidad de la vida que debemos aceptar! Una pérdida, la ausencia, la muerte o la evitación de una emoción, nos provocan dolor! Entonces el dolor nos invita a despertar ante la realidad! Una vez aprendida la lección, el dolor desaparece, con el tiempo! Si, en cambio, renunciamos a admitir el dolor mirándolo de cara, éste permanece en nuestro corazón y se convierte en sufrimiento! Pero también es verdad que, si el dolor es muy intenso, no solo intentamos por todos los medios esconderlo ante los demás, sino que intentamos esconderlo de nosotros mismos! Y eso hace que nos mostremos fríos, insensibles y distantes con nosotros mismos y/o ante los demás, porque deseamos evitar que fluya cualquier emoción que pueda destapar y dejar fluir lo que realmente sentimos… y que, posiblemente, nos haga sentir de nuevo el dolor! Por eso mirar el dolor de cara, llorar y, si puede ser, compartirlo es lo mejor que podemos hacer, pues sentir intensamente una emoción como el dolor, nos ayuda a expresarlo y, de paso, a expulsarlo de nuestro corazón! Porque en el corazón hay amor o hay dolor!

Es humano sentir dolor ante el dolor ajeno, pero hay algo peor que es no poderlo evitar, aceptando que forma parte de la vida y de su aprendizaje en ella! Cuántas veces, al ver y sentir el dolor ajeno, nace en nosotros ese sentimiento de impotencia por no poderlo evitar, sobre todo a quien queremos. Pero, con el tiempo, uno aprende que el dolor no es en sí lo peor que alguien puede sentir, sino que es el no encontrarle el sentido o no saberlo expresar, lo que nos hace sufrir! Como he dicho antes, el dolor con sentido es, por decirlo de alguna manera, menos dolor! Personalmente me es especialmente difícil ver el dolor en alguien querido y aceptarlo como algo que le ayudará a crecer como persona. Lo humano sería solo sufrir! Pero aceptar la vida forma parte del amor y, en la vida, sin duda hay dolor, con o sin sentido!

¿Por qué muchas veces escondo el dolor, ante mi y ante los demás, para qué? ¿Cuántas veces he intentado evitar el dolor a alguien que quiero, sin saber que el otro tiene derecho a sentir dolor para aprender? ¿Cuántas veces me preocupo por cómo evitar el dolor a alguien, sin recordar que ese dolor es parte de su vida y lo único que puedo hacer es, quizás, ayudarle a encontrarle su sentido? ¿Cuántas veces he confundido el amor hacia alguien por mi necesidad de evitarle el dolor ante una realidad que no acepta o algo que le sirve para aprender? ¿Le sirve a alguien mi rabia y desolación ante el dolor ajeno o le ayuda más que lo entienda y le ayude a encontrarle su sentido? ¿Por qué no siempre acepto que amar de verdad significa, también, aceptar y compartir el dolor? Al fin y al cabo es hermoso amar tanto a alguien como para compartir tanto el amor como el dolor…

 

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