La más impactante y sorprendente prueba del declive moral, político y cultural de España no es la lucha a cuchilladas dentro del PSOE, ni el lodo viscoso de la corrupción que envuelve a la clase política española, sino el increíble hecho de que más de cinco millones de personas votan comunismo cada vez que se abren las urnas, un fenómeno incomprensible en el resto de los países democráticos, donde se tiene claro que el comunismo ha sido y es la peor tiranía creada por el ser humano. ---
También demuestra el inmenso hundimiento moral de la nación que otros 15 millones de españoles voten en las urnas a los dos grandes partidos, PSOE y PP, corrompidos, habituados a robar y con miles de sus dirigentes y cargos públicos procesados o investigados por los tribunales de justicia.
No menos indecente es que otros millones de ciudadanos voten a partidos nacionalistas que promueven el odio, la tiranía cultural, la marginación de los que piensan diferente, la envidia, el victimismo y la mentira histórica, vicios conocidos y propios de esa tiranía nacionalista que generó las dos guerras mundiales que llenaron de cadáveres las tierras de Europa, en el siglo XX.
El declive de España se refleja en el vergonzoso y doloroso espectáculo que los españoles estamos protagonizando ante los sorprendidos ojos del mundo. Cientos de millones de personas contemplan en todo el mundo, a través de los medios de comunicación, como España se hunde cada día un poco más en el fango, empujada por una clase política que se apuñala, que desprecia a los ciudadanos, deleznable, tramposa, falsa, torpe, sin honor y sin una gota de democracia en sus venas.
El espectáculo del declive de España, casi desconocido en el interior del país, donde los medios sometidos al poder y los políticos se encargan de esconder todo lo posible la decadencia y la inmensa sociedad que envuelve a la nación, causa pena, estupor y vergüenza en Europa y en el resto del mundo.
La política es, sin duda, el infierno moral de España y su peor pesadilla. Los dos grandes partidos del país, además de tener a miles de personas en las cárceles, procesadas o investigadas por delitos vinculados a la corrupción y el abuso de poder, han merecido el rechazo creciente de sus ciudadanos, la pérdida constante de votos y el desprestigio y desprecio de la comunidad mundial.
Por culpa de sus políticos, España está a punto de perder su integridad como nación y de sucumbir a procesos independentistas provocados por el rechazo que genera una clase política sin grandeza ni valores al frente del país. Por culpa también de sus políticos, España está peligrosamente endeudada, desprestigiada en los foros internacionales, sin peso en las decisiones de la comunidad internacional y considerada como el país más corrupto de toda Europa.
Pero los políticos no son los únicos culpables del drama español, aunque sí los principales porque ellos han traicionado el mandato ciudadano de gobernar con prudencia, acierto y sabiduría y han ensuciado la nación con abusos, iniquidades, delitos e injusticias. Los ciudadanos también son culpables por carecer de lucidez, cordura y sentido democrático, lo que les lleva a votar en las urnas a partidos tiranos, a políticos delincuentes y a líneas y programas que serían rechazados por repugnantes y falsos en cualquier democracia avanzada.
La reacción de los españoles ante la actual crisis socialista es un claro ejemplo que muestra el grado de degradación moral de la ciudadanía: en lugar de despreciar y condenar a los dos bandos enfrentados, culpables de traición, irresponsabilidad y egoísmo extremo y víctimas de unas ansias de poder desenfrenadas y de una aterradora carencia de valores democráticos, los españoles se han dividido en dos bandos, unos al lado de Pedro Sánchez y otros defendiendo la rebelión de los barones.
Recientemente, el monarca español Felipe VI, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, afirmó que España es una "democracia avanzada", provocando la sonrisa de muchos asistentes y de buena parte de la comunidad internacional, que conoce nuestras debilidades, el grado de corrupción de la clase política española, la mentira reinante, el incumplimiento de las promesas electorales, la falta de democracia interna en los partidos, las estafas que han sido permitidas y hasta estimuladas desde el poder y la inviabilidad de un Estado que es demasiado grande y costoso y que los políticos se niegan a reducir, a pesar de que su tamaño es ruinoso e insostenible.
España, con más políticos cobrando del Estado que Francia, Inglaterra y Alemania juntas, con más aforados y coches oficiales que el resto de Europa, es un país de opereta, sin valores y sin nada admirable que ofrecer al mundo, salvo su clima, sus playas y un pasado de grandeza y valor que hoy resulta incomprensible.
España, confirmando los peores pronósticos y reflejando su profunda crisis política y ética, se dirige ya hacia sus terceras elecciones en un año, sin que su miserable clase política sea capaz de formar gobierno y de anteponer el interés del país y de sus ciudadanos a sus propias miserias, egoísmos y ambiciones.
Todo un espectáculo vomitivo que los españoles estamos ofreciendo al mundo sin ni siquiera sentir pudor ni vergüenza.
Francisco Rubiales