El DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), como un viejo elefante que se mueve lentamente, piensa, al fin, adaptarse a los nuevos tiempos en lo que atañe al sexo. Pero no lo suficiente, como se ve en su aversión tradicional por aceptar en su seno a las mujeres. Sólo siete mujeres, frente a más de 1.000 hombres, se han sentado en uno de los 46 sillones de los que consta desde su fundación en 1713. La primera, fallecida, fue Carmen Conde, que ingresó en 1989. Le siguieron: Elena Quiroga, que también murió, en 1983; Ana María Matute, en 1996; la historiadora, Carmen Iglesias, en 2001; la científica, Margarita Salas, en 2002; la filóloga, Inés Fernández Ordóñez, en 2008; la escritora, Soledad Puértolas; la filóloga, Aurora Egido y la escritora, Carme Riera, en 2013. Sólo nueve mujeres en tres siglos. Algo insólito en estos tiempos, en que la mujer ha alcanzado, o está a punto de alcanzar, su igualdad con el hombre en todos los tramos del poder. “Lo que sucedió en el pasado es comprensible –decía Puértolas en 1910– pero ¿cómo se explica la apabullante inferioridad numérica de mujeres? “Se trata –dice el académico Pedro Álvarez de Miranda, al referirse a la edición de 2014 que tendrá miles de novedades– de que el Diccionario sea mejor, no menos machista sino de que lo que diga sea verdad. Parece que sólo actuamos a instancias de parte y no es así… No se cambia por protestas sino porque no es verdad. Lo que no se puede pretender es cambiar la realidad a través del Diccionario. Si la sociedad es machista, el Diccionario lo reflejará. Cuando cambia la sociedad, cambia el Diccionario”. Darío Villanueva, miembro de la RAE, sostiene que “nunca se podrá prescindir de palabras ofensivas si aún se usan”, en referencia a los términos “injustos” o “arbitrarios” contra las mujeres. “Se depuran continuamente las definiciones en todo aquello que puede ser ofensivo con el modo en el que se dice”, pero el diccionario de la RAE nunca podrá “suprimir” palabras, “simplemente porque esas palabras se usan”. Según argumenta, eliminar ciertas palabras porque son “injustas” supondría el “final del diccionario”, ya que comenzaría una espiral “que no tendría fin”. No obstante, matiza que el hecho de que aparezcan no significa que se promueva la violencia y subraya que “se están depurando” todo lo que se puede. En cambio, Eulalia Lledó, una catedrática de Lengua y Literatura de secundaria que lleva años investigando los sesgos en el lenguaje, considera que la casa es refractaria a incorporar usos lingüísticos que estén en la calle. “El DRAE está a años luz de la sociedad. Arrastra una inercia que parece que le gusta. Una de las misiones del Diccionario es reflejar la realidad. Si lees las definiciones de madre, padre o huérfano verás que no la reflejan. El androcentrismo y el centrismo son tópicos que contravienen la realidad”. En efecto, algunas de sus definiciones más machistas tienen que cambiar. Ya no será más huérfano quien pierda a padre que a la madre. Lo femenino no se asemejará a débil o endeble, ni lo masculino a varonil y enérgico. Gozar ya no equivaldrá sólo a quien conoce carnalmente a una mujer que figuraba en la versión de 1780 (“gozar de una muger: tener congreso carnal con ella, consintiendo ella o padeciendo violencia) y luego desapareció. Tampoco babosear tendrá entre sus variantes definiciones la de “obsequiar a mujer con exceso”. Y se incorporarán enmiendas en los nombres de profesiones a actividades que desempeñan mujeres como alfarero, ra, camillero, ra, cerrajero, ra, enterrador, ra, herrero, ra, picapedrero, ra, costaleros, ra, o soldador, ra. Otras palabras como concertino, submarinista o guardabosques, tendrán doble género.
Hace casi dos meses, la Federación de Mujeres Progresistas, la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas y la Fundación Mujeres, exigieron a la Real Academia de la Lengua Española que se desmarcase del anuncio difundido con motivo de su aniversario porque, en su opinión, el contenido era “sexista y discriminatorio hacia la mujer”. Las firmantes se referían al spot encargado por la Academia de Publicidad en el tercer centenario de la RAE, en el que, aprovechando el lema de la institución, “Limpia, fija y da esplendor”, se parodiaba un anuncio de detergente con una mujer analfabeta que ordenaba a su hijo que recogiera un frasco de mermelada derramado en el suelo antes de que llegase su padre y lo viera. La RAE, denunciaron entonces, “no se caracteriza por promover la igualdad en su propio organismo” A juicio de las organizaciones de mujeres, el anuncio “presenta a la mujer como la responsable de las tareas de limpieza de la casa, lo que reproduce los estereotipos que siguen fomentando la desigualdad entre hombres y mujeres” y, por ello, solicitaban a la RAE que se pronuncie al respecto “y se posicione en el camino hacia la igualdad”. Esperamos que al fin, la RAE reconozca con todas las consecuencias, el género femenino y deje de hacer definitivamente uso del lenguaje sexista, iguale el número de candidatos y candidatas y que alguna vez, no muy tarde, la próxima directora sea una mujer.