Un reporte sobre China e India de Economist Intelligence Unit (EIU), vía La Jornada
La Expo Mundial 2010 abrió sus puertas el 1º de mayo en Shanghai. El tema de la exposición es mejor ciudad, mejor vida y se refiere al nuevo estatus de la ciudad en el siglo XXI como centro económico y cultural de primera importancia. Participan más de 190 países y más de 50 organismos internacionales, y China espera la visita de más de 100 líderes extranjeros y unos 70 millones de personas: el número más alto en la historia de las ferias mundiales.
Qué sede más apropiada para esta exposición que China, el país del cual se espera que arrebate a Japón la preciada posición de ser el segundo mercado del mundo y que el economista Jeffrey Sachs describe como la historia de desarrollo más exitosa de todos los tiempos en el planeta. El tamaño de la economía se ha duplicado cada ocho años a lo largo de tres décadas: la tasa más rápida en la historia para una economía grande. Un informe reciente de PricewaterhouseCoopers prevé que China podría rebasar a la economía estadunidense ya en 2020.
Sin embargo, China no está sola. India figura también entre las economías de crecimiento más rápido y, junto con la primera, ha contribuido con cerca de 30% al desarrollo económico mundial, conforme la balanza del poder económico continúa pasando de Occidente a Oriente. Contra la creencia popular, China e India no son economías emergentes, sino más bien re-emergentes. Las dos tienen fortalezas y ventajas competitivas que les han permitido sortear la crisis financiera global mejor que la mayoría de los países y ganar terreno en el juego de alcanzar al mundo desarrollado.
Cuidado con el gigante dormido
India, a la que a menudo se llama el gigante dormido, ha surgido como el cuarto mercado mundial si se mide su PIB en términos de paridad de poder de compra. Las dos economías incrementan su proporción del PIB mundial, atrayendo altos niveles de inversión extranjera, y se recuperan más aprisa de la crisis global que los países desarrollados. Cada una lo ha logrado con enfoques distintos: India con un método de crecer primero, construir después, y China con una estrategia de arriba abajo, impulsada por la oferta.
Si bien el ingreso chino per cápita es aún bajo, con unos 3 mil 566 dólares anuales –menos de la décima parte del estadounidense–, es más de tres veces mayor que el de India (apenas arriba de mil dólares anuales). China ocupa hoy el quinto lugar entre las economías de consumo de más rápido crecimiento, y está en camino de ser la tercera del mundo hacia 2020; India la sigue de cerca y se espera que avance al quinto lugar hacia 2025. Los consumidores chinos están de hecho poniendo en práctica la célebre frase de Deng Xiaoping: es glorioso hacerse rico. El país rebasó hace poco a Estados Unidos para convertirse en el mayor mercado mundial de automóviles y conserva un enorme potencial en términos de poder de compra a futuro.
China es también la primera nación del planeta que alcanzó la meta de reducción de la pobreza fijada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, y disfruta el logro notable de haber sacado de la pobreza a más de 400 millones de personas. En esto contrasta con India, donde 456 millones de personas (42% de la población) aún viven debajo de la línea de la pobreza, definida por el Banco Mundial en 1.25 dólares diarios.
Medios distintos, mismo fin
El desempeño económico de los dos países se ha orquestado de modo muy diferente. El crecimiento de China ha sido impulsado sobre todo por la inversión y las exportaciones, enfocándose en la fabricación de bajo costo, y con un consumo doméstico bajo, equivalente a 36% del PIB. Por otro lado, el crecimiento de India deriva sobre todo de un fuerte sector de servicios y de un boyante consumo interno. India depende mucho menos del comercio que China, pues se apoya en el mercado externo para 20% de su PIB, contra 56% de China.
Existen diferencias igualmente grandes en el grado de integración de ambos países en la economía mundial. China acaba de superar a Alemania como el mayor exportador mundial, y sus ventas al exterior son ocho veces mayores que las de India.
China permanece mucho más abierta al mundo que India, la cual a menudo se esconde tras barreras comerciales u otras medidas proteccionistas. Pero India se convierte de prisa en un país al que hay que tener en cuenta y en definitiva se encuentra en el radar de los inversionistas como tercer destino más popular para la inversión extranjera directa, detrás de China y EU. Y la IED fluye cada vez más desde el resto de Asia.
Cruza el río palpando las piedras
Las dos historias de éxito relatadas se han producido como resultado de una dramática reforma en ambos países. Los dos han adoptado un enfoque gradual para el desarrollo, en contraste con el plan de choque adoptado por Rusia tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1991. En contraste con India, el desarrollo de China ha sido impulsado por un Estado fuerte y con reformas adoptadas por etapas. Casi todas han sido resultado de la experimentación, según el famoso apotegma de Deng Xiaoping: Cruza el río palpando las piedras.
El objetivo a largo plazo sigue siendo transformar la economía de China para reducir la dependencia excesiva en las exportaciones y la inversión. El bienestar de la sociedad requiere de un mayor enfoque en reformas de salud, educación, laboral y ambiental, así como creación de empleos para la creciente fuerza de trabajo.
La infraestructura pública en China e India requiere mayor calidad y eficiencia, y se necesita detener la degradación ambiental. Si bien China ha realizado una inversión extraordinaria en infraestructura básica (caminos, vías férreas, aeropuertos, puertos, telecomunicaciones, etcétera) en los dos años pasados, India ha duplicado la inversión en infraestructura a cuatro por ciento de su presupuesto, cifra que sigue siendo magra si se considera que China gasta tres veces más.
Los dos países dependen mucho de la energía extranjera y se afanan en invertir en el exterior para asegurarse fuentes adicionales de energía. Un objetivo más ambicioso sería dar prioridad a largo plazo a la asignación de fondos gubernamentales para otorgar incentivos a proyectos de energía limpia y renovable. Las dos naciones parecen avanzar en esa dirección.
Los desafíos que enfrenta India reflejan los de China. Las dos necesitan progresar desde la fabricación de bajo costo y bajo valor y la provisión de servicios a actividades de valor más alto, pero en tanto China se esfuerza por ascender en la cadena de valor primero en manufacturas y luego en servicios, India hace lo contrario.
La recuperación reciente del crecimiento en China ha sido impulsada por un enorme estímulo de 586 mil mdd y financiada por fuertes préstamos bancarios, que han ayudado a compensar el impacto negativo del descenso de las exportaciones el año pasado. Pese al exceso de capacidad en industrias específicas como acero y cemento, China aún tiene un gran potencial de crecimiento, con muchas nuevas oportunidades en el horizonte.
La crisis actual ofrece una oportunidad única para estimular nuevas industrias de servicio de mano de obra intensiva, reducir el exceso de capacidad en muchas actividades manufactureras de bajo costo, impulsar la creación de empleos y recorrer la ruta de crecimiento sustentable a largo plazo. Durante este periodo de recuperación, será interesante ver cómo China e India invierten en las estructuras económicas, de negocios y sociales que caracterizan a economías más maduras y avanzadas. ¿Llegará el lento elefante indio alguna vez a alcanzar al dragón rugiente chino? Tal vez sea sólo cuestión de tiempo.
Entre tanto, los visitantes de todo el planeta a la Expo de Shanghai podrán obtener una vista previa de cuánto ha logrado China hasta ahora.
Fuente: EIU
Traducción: Jorge Anaya
Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización