Billy Wilder
En 2009 se realizó una encuesta para encontrar las declaraciones más incoherentes que circulaban por Internet. George W. Bush se situó en primera posición con la siguiente joya: “Nuestros enemigos son innovadores y tienen recursos, y nosotros también. No dejan nunca de pensar en nuevas maneras de hacer daño a nuestro país y a nuestra gente, y nosotros tampoco”. La segunda generación de arbustos que asoló la casa blanca adolecía de filtro para separar pensamiento y palabra. Y si hay algo más peligroso que tener una mala hierba al cargo, es tener al cargo a una mala hierba idiota.
El 15 de julio de 2008, George W. Bush declaró: “un amigo mío dijo, bueno, ¿qué pasa con los arrecifes? Así que estoy preocupado por los arrecifes. Soy un pescador, me gusta el pescado… Los arrecifes son importantes para la pesca”. Ningún cómico hubiese hecho más gracia; Dubya podía haber sido el mejor humorista del siglo XXI si sus pensamientos carcajeantes se quedaran en pensamientos; George pasará a la historia por ser el peor y más gracioso presidente de la historia de EEUU. Hizo todo lo que estuvo en su mano para favorecer a las industrias armamentísticas y petrolíferas; incluso aportó su granito de arena a la conservación de los bosques por medio de la deforestación: “Talar los árboles es la mejor medida para evitar los incendios”. ¿Cómo osaban contratar a Billy Crystal para presentar la gala de los Oscar, teniendo a semejante elemento?
Y así, por ósmosis política, el particular sentido del humor del único presidente del mundo que ha embestido contra un policía, creó escuela en nuestro país: desde la imitación texana de Destrucción Masiva Aznar, pasando por los “hilitos de plastelina” de Rajoy o por las ruedas de prensa constructivas de Millhouse Blanco… El intrusismo profesional de los políticos nacionales es tan grande que está dejando a muchos humoristas sin trabajo. Pero la política no debería ser una comedia: los buenos directores nunca hacen reír con dramas.
Porque esto es un drama. El drama de un país que sigue haciendo la vista gorda a urbanizaciones y hoteles en la costa; causa hilaridad un gobierno que financia la compra de vehículos eléctricos que no existen e ignora la creación de una ley sobre energías renovables y economía sostenible. En el artículo de La Vanguardia titulado “Zapatero pierde el feeling con los ecologistas”, desgranan algunos de los motivos por los que ha crecido el descontento de los colectivos que luchan a favor del medio ambiente. Un descontento del que se escabulle la oposición por el método del avestruz, acampada en tierra de nadie, vociferando proclamas vacías mientras esconde la cabeza y espera turno sin mover ficha. Cómo decía aquel viejo chiste poco sutil: “¿pa’ que voy a hablar, pa’ cagal-la?”.
Las elecciones se aproximan. Y ningún partido político mayoritario, en plena crisis mundial, ha trabajado sobre nuevos modelos energéticos y económicos sostenibles. Ningún “gran” partido se ha atrevido a hacer un planteamiento ecológico valiente. Ante las urnas, los votantes empezarán a reír de verdad, con ganas, cuando los votos se marchen hacia partidos minoritarios que piensen en el planeta.
Puestos a escoger malas comedias, mejor escribir un guión propio.
PIB masculino… un no parar