En la Argentina de las últimas décadas, la pobreza y la indigencia pasaron a ser problemas estructurales, centrales y permanentes de la sociedad, cuando en las épocas anteriores no era así. Pero lo peor es que no existe ninguna propuesta seria a nivel político para minimizar el flagelo.
El Papa Benedicto XVI viene reiterando su denuncia sobre la pobreza y la brecha entre ricos y pobres. Previo a la presentación de su renuncia, lo hizo en el tradicional discurso ante el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano, donde hay 179 países representados. Hace un tiempo dijo ante los obispos argentinos que la pobreza en el país era un “escándalo material y moral”, en razón de la dotación de recursos materiales y humanos con que contamos.
Las discusiones sobre la forma de medir la pobreza y en consecuencia la posibilidad de saber bien la proporción de pobres en una sociedad son interminables. Este problema se agrava a extremos inaceptables en nuestro país a consecuencia de la manipulación de las estadísticas de precios que se viene realizando oficialmente desde hace seis años.
Existen varios significados del concepto de pobreza, como pobreza absoluta, pobreza relativa y más recientemente la relacionada con la idea de desarrollo humano.
En el primer caso se trata de cuantificar el costo de una canasta básica de bienes y servicios necesarios para la vida de una familia tipo. Dentro de esta forma de medir se determina igualmente el costo de una canasta alimentaria básica. Al comparar el costo de la canasta contra los ingresos se ve la “línea de pobreza”, mientras que la “línea de indigencia”, se determina al especificar las familias que por sus ingresos quedan debajo de esa línea.
El concepto de desarrollo humano, usado por las Naciones Unidas, incluye indicadores tales con satisfacción de necesidades básicas, entre otros, que conforman el llamado Índice de Desarrollo Humano, más amplio que el criterio cuantitativo anterior. También existen metodologías para establecer la pobreza en relación al concepto de riqueza, en general tomando cierta media del ingreso nacional y relacionándola con los ingresos de las familias.
Si el primer criterio, meramente cuantitativo, crea interminables polémicas, por cierto los otros dos mucho más. Pero sea como fuere el hecho cierto es que la pobreza existe, en el mundo y en nuestro país, y es dolorosamente real.
Hay quienes sostienen que el problema aparece en la Argentina a mediados de los 70, ya que hasta entonces éramos una sociedad homogénea y la pobreza no superaba el 6% de la población, mientras hoy ese valor se ubicaría en torno al 25/30%. Más allá de los números, la pobreza está a la vista en cualquier lugar del país y no sólo ella, sino también la miseria.
Importa pues el hecho de que en las casi tres décadas de democracia, con diferentes gobiernos e ideas, no se ha encontrado el camino, ya no para erradicar la pobreza, cuestión imposible, sino ni siquiera para reducirla a niveles acordes con los recursos existentes.
Es posible que buena parte del fracaso de las políticas resida en el diagnóstico de las causas que provocan la pobreza, ya que hay demasiadas “opiniones” y pocas certezas profesionales.
Es interesante explorar la tesis de un destacado sociólogo quien sostiene que, a grosso modo, la sociedad argentina en edad de trabajar está dividida en tres tercios.
El tercio superior está compuesto por las personas con muy buen nivel de capacitación, en condiciones de insertarse y competir productivamente en la sociedad pos industrial, las cuales no necesitan protección del Estado, sino libertad para desplegar sus conocimientos. Hay un tercio en el medio que sobrevive bajo la protección de Estado para no ser afectado por la competencia externa e interna.
Queda un tercio inferior que ya hace mucho tiempo (incluso más de una generación) sus miembros han quedado totalmente marginados, puesto que sus capacidades y habilidades no les permite desarrollar ninguna tarea dentro de la economía del conocimiento. Si tenemos en cuenta esta realidad y hasta que no la modifiquemos sustancialmente, las políticas sociales en el mejor de los casos sólo permitirán evitar el hambre, pero nunca salir de la pobreza en términos permanentes y estructurales.
Fuente: losandes.com.ar