Si viviéramos en el siglo pasado, la pedagogía podría seguir siendo válida hoy, pero por la fuerza de las circunstancias, aquella manera de educar ha quedado relegada a la historia. Estamos en el siglo XXI y, en el aspecto pedagógico, tenemos que decir que en España vivimos un drama. Según el informe PIACC, conocido como el estudio PISA, los adultos españoles están en la cola de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), respecto a la comprensión lectora y a las Matemáticas. Desafortunadamente, son dos materias consideradas como claves en la formación cultural de Letras y Ciencias. La OCDE pide a España que impulse la Formación Profesional de grado medio, para luchar contra el paro juvenil. Y le recuerda que España es el país de Europa con más jóvenes que ni estudian ni trabajan. Y muchos padres se preguntan: ¿Qué podemos hacer?
Los padres miran al profesorado como responsables de esta situación, pero el profesorado sigue acudiendo a clase con interés y voluntad de enseñar y motivar al alumnado. Los políticos, asimismo, acusan al profesorado de haber roto las armas fundamentales de la pedagogía para enseñar y orientar a los alumnos en el estudio y en las tareas esenciales para dominar las materias. Pero los políticos han impulsado en diez años cuatro reformas, sin contar con la voz y el voto del profesorado. Es más, cuando han estado trabajando con mayor interés, han llegado los pedagogos de turno, han criticado lo que se viene haciendo y han iniciado un nuevo sistema sin contar con el profesorado. No hay que extrañarse que los mismos niños y adolescentes españoles no se interesen por los textos aprendidos de memoria, ni por los ejercicios, ni por las explicaciones, ni por la ortografía, ni por la vida disciplinada, ni por su propia historia.
Cuando tienen que entrar en una clase que se lleva al modo y manera del siglo pasado, sacarán sus móviles audiovisuales y se quedarán enganchados durante todo el tiempo que puedan; o cogerán la motorcilla y harán novillos en el parque más cercano. Los móviles y los juegos informáticos les harán vivir un mundo que nada tiene que ver con los métodos que aún perduran en nuestras escuelas y, en el parque encontrarán a amigos más divertidos que el profesor. Por tanto, no nos podemos sorprender que España esté a la cola de la OCDE en comprensión lectora, ocupando el penúltimo lugar. Existe una población adulta entre los -16 y 65 años- que obtiene 252 puntos en comprensión lectora, 21 puntos por debajo de la media de la OCDE y 19 de la Unión Europea. Y en matemáticas: 246 puntos, 23 menos que la OCDE, y 22 menos que la UE, ocupando el último lugar. Los niños y adolescentes no reaccionan como sus compañeros de hace diez o quince años. No les interesa el trabajo escolar, porque no coincide con su mundo ni con sus vivencias.
¿Qué podemos hacer para resolver este drama? No basta con lamentarse, ni quejarse, ni imponer la autoridad por la fuerza, porque los alumnos no sepan leer, ni escribir, ni estudiar, ni escuchar, ni dialogar, ni obedecer. El profesorado soporta el fracaso escolar actual con pesimismo, pero no podemos echar las culpas a los móviles ni a los tiempos que corren. Tenemos que hacer un esfuerzo por adaptar la pedagogía escolar, las técnicas pedagógicas y las relaciones entre la enseñanza y la vida. Hay países que han encontrado el sistema propicio para estos tiempos, como Finlandia. Y existen profesores que trabajan con entusiasmo y contagian a los alumnos. Y padres que quieren estar más encima de los hijos y admiran la labor de los profesores en los tiempos que corren. Creo que, entre todos, podemos desbaratar el drama que vivimos.
JUAN LEIVA