Llegamos una vez o niña o varón, pero nacemos otras muchas veces, ¿cuándo?, bueno en cada nueva etapa de crecimiento comenzando con la infancia y así en adelante con la adolescencia, juventud, adultez y ancianidad.
Morimos a la vez muchas veces y ninguna es para siempre, ¿Cuándo?, bueno cuando se nos acaba la infancia, la adolescencia, juventud, adultez, ancianidad y sepultan el cuerpo pero no el espíritu.
¿Pero y los que llegan niña y varón a la vez?, bueno nacen y mueren como todos los demás solo que traen anexados un letrero con palabras ahogadas, esas que solo se vislumbran escritas en ese libro por escribir porque son y no son y todo lo que es y no es pertenece al dramático acto de ser.
Les toca recorrer el camino más difícil, pues deben abrirse paso a fuerza de rechazos desde el propio nacimiento, ellos no irrumpen en llanto para aferrarse a la vida, rompen en llanto para ser aceptados en la vida.
Deben soportar lo insufrible y convertirse en auténticos camaleones para no ser objeto de discriminación, son libres a sabiendas que están atrapados entre la espada y la pared de lo que es más conveniente proponer para llevar una existencia normal o soportar las consecuencias, como si ya el costo de sustentarse no fuera lo suficiente arduo por lo encarecida que es la manutención.
¿Cuantos de nosotros realmente siente empatía o por lo menos se cuestiona qué acontece emocionalmente con los niños, niñas, jóvenes y adultos que saben que hagan lo hagan sus organismos no se ajustan ni al de la mujer ni del hombre?
La verdad es que muy pocas y mientras no nos eduquemos como es debido la carga y los padecimientos como consecuencia de la ignorancia y prejuicios implantados especialmente por sectas, grupos racistas y especialmente por ideologías religiosas la deberán seguir acarreando quienes escriben con sangre sudor y lágrimas la historia del drámático acto de ser.