La vida es sueño y todo lo demás rocanrol
Sigo soñando porque nada de lo que esta pasando puede ser verdad. Que si asaltan el Capitolio en EEUU, que si no puedo salir de casa porque esta todo nevado como en las pelis, que si 600.000 contagiados por Covid en lo que va de año. Que si en lo más castizo de este Madrid revienta un edificio y se queda con lo puesto y unos cuantos muertos. Ya está bien, ¿no?
Y todo en un puñado de locos días en los que el que más y el que menos esta dispuesto a arder en el infierno a cambio de una cerveza y una buena canción. Se nota el agotamiento entre tanta mascarilla.
Mientras se anuncian nuevas restricciones en Madrid, ya estoy como loco en el coche para llegar al Price dispuesto a "bailar y sudar con el ruido, con cierta pasión por el ruido". Y a correr. Va todo tan rápido que no consigo centrarme esta tarde.
Primero toca hacer fotos. Hacemos dos canciones. Dos y fuera. En un lateral y con distancia de seguridad. Corriendo por los laterales del teatro, oscuro, sin luz en los pies con ese ruido de fondo y ese sabor a murmullo.
Con ese olor a mezcla entre vino y rosas, entre alcohol de segunda y cerves de primera que huelen a gloria. Son como siempre los benditos preliminares de un concierto de rock.
Luces blancas, amarillas y rojas empujan a Enrique Villarreal al escenario de un Madrid tocado. Esperando al menos por una noche tener uno de esos viajes como cuando El Drogas éramos todos.
Si cierro los ojos mientras suena la música de inicio veo un torso desnudo gritando " Okupa" agitando una larga melena. Sin embargo, el sueño que se inicia es suave, lento, sencillo, tranquilo. Un traje a cuadros y seis cuerdas dentro de una acústica y una voz dura y ronca desde donde rompe en la noche un milagro llamado Inverfest 2021.
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Porque cada entrada vendida es una excursión por un valle de matices de rock, música negra, poesía, descaro, denuncia. Un viaje sin límites lleno de estaciones desde donde asomarse a una ventana donde corre ese aire diferente que tanta falta nos hace.
Entretiene este músico navarro su madurez con el mítico pañuelo pirata y un traje multicolor. Atrapado en la timidez de un muchacho de 61 palos en brazos de una acústica e inundando de notas un sueño frío, frío. El resumen pausado de los últimos años, de las ultimas canciones llenas de sueños oxidados a los que volvemos una y otra y otra vez.
Me da tiempo a cerrar los ojos entonces y seguir respirando mientras un redoble de guitarra y bajo prepara la Silla eléctrica. Y, claro, ya casi todos inhalamos rock, ruido. Como cuando todo retumba y se llena de barro escupido por miles de botas aporreando el suelo.
Yo sé que esto no es posible. Que los sueños, sueños son. Y en ellos somos ahora malhechores perseguidos por la policía y poco más. Pero está ocurriendo y da gusto ver cómo todos gritamos, lloramos, vibramos y soñamos al ritmo de la música.
Y es que No hay tregua. Nos miramos, saltamos, reímos y sabemos que alguno de nosotros ha tirado hace rato ya del gatillo.
"Boni siempre presente", dice el bueno de El Drogas mientras todos enloquecemos al ritmo de los mejores Barricada y esos largos sueños donde un día fuimos libres de cantar, bailar y vivir.
Mientras llega la vacuna, un par de chutes de rock and roll y a seguir soñando. Porque la vida no es más que eso y lo demás no dejan de ser pesadillas.