Revista Salud y Bienestar

El Duende Azul.

Por Ishtar_paddy
Cada vez que miraba la ventana,allá a lo lejos,cerca del durazno en flor,aparecía un pequeño duendecillo azulado,con un viejo bastón,un gorro puntiagudo y una luenga barba.Algo buscaba incesante,balbuceando sin cansancio;miraba para  acá y para allá,pero no encontraba lo que buscaba.
Pasaron los meses y el pequeño Duende,se acercaba cada vez más a la ventana.Parecía como si lo que buscase no estaba dentro de los límites del jardín sino más allá de su mirada brillante y juguetona.
No me atrevía a acercarme por miedo a que  se fuera o sintiera que estaba intruseando en sus cosas.Me daba pánico que se diera cuenta que lo miraba a hurtadillas por meses,intrigado por lo que buscaba.
A veces,se tumbaba al sol,con los brazos abiertos.Había leído en alguna parte que así juntaban sol para el invierno,pero aún faltaba muchísimo para que llegase.Luego tocaba su flauta dulce de la que salía una música maravillosa y otra vez volvía a sus trabajo.
El Duende Azul.
Cierto día,cansado ya de estar a hurtadillas,decidí salir a la puerta de mi casa,pues estaba en la escalinata y con mucho valor y respeto le pregunté:
-Señor Duende Azul,puede decirme qué busca con tanta ansía?.
Él me miró,con un poco de desconfianza y temor,pero al ver que yo no tenía malas intenciones,se acercó de un salto y se posó en mi hombro.
Con un susurro suave y tibio me dijo:
-Hace un tiempo ya,perdí la tolerancia y la inclusión.Y la he buscado por muchos años en los jardines de los niños,que son quienes pueden ayudarme a encontrarla.
Llevo largos inviernos bajo el frío tratando de hallarla,pero me ha sido esquiva y no puedo ir a dormir sabiendo que hay niños y niñas,ancianos y animales,que no pueden ser felices por la pérdida de esos bienes tan preciados.
-Y como la perdiste?.pregunté asombrado.
Con aire triste,me contestó:
-Cierto día,estaba yo tumbando al sol y llegó la Señora Intolerancia a conversar conmigo.Charlamos durante mucho rato y de pronto me dijo que vaciara mis bolsillos sobre sus gélidas manos.Así lo hice y sin darme cuenta,cuando ponía en sus manos un poco de sol,me tomó con fuerza y me lanzó al suelo.Un ruido de cascabeles risueños me alertó,ya demasiado tarde,que había perdido las dos cosas que mas le cuestan al ser humano.Entre una carcajada de mal agüero,que´de sentado con los bolsillos vacíos y el alma destrozada.
Quedamos un rato en silencio, mirando el cielo pronto a oscurecer y al llamado de mi madre,me despedí y entré,no sin antes ver como el Duende Azul,volvía  a caminar por el gran jardín buscando con tesón su tesoro perdido.
Y he aquí,que después de una noche de sueños turbios,he decidido ayudar en mis ratos libres después de las tareas encomendadas,buscar por todos los lados imaginables la tolerancia y la inclusión,que tiene tan triste a mi querido Duende Azul.
¿Nos podrías ayudar en ésta pequeña gran cruzada?.

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