Quien rio lo sabe
¿Cómo sería la vida de un amante de hace siglos en nuestros días? La pregunta como tal da juego literario como para adentrarse en la comedia, pero si además ese noble aparece trasmutado en un ave, en un mirlo blanco capaz de hablar y hacerse entender por los amantes a quienes va a ayudar, tendríamos delante una joya. Pues eso es lo que ha creado Fernando Cotta en esta novela, una pequeña joya que homenajea a los clásicos de la picaresca pero que también recoge la esencia de la cuentística renacentista e incluso barroca.
Y todo con un estilo y un lenguaje que suponen las guindas de ese homenaje, porque el autor sabe reproducir giros y expresiones propias de los tiempos del duque, dándole a éste la voz más apropiada, cuyo contraste con los personajes actuales es uno de los muchos méritos que atesora esta novela. Ese contraste no es el único valor, el humor, la ironía, el sarcasmo y la carcajada están a la orden casi de cada página. La sátira de unos tiempos que parecen volverle la espalda al amor es también recogida en los distintos episodios, así que no estamos ante una novela que lo fíe todo al humor, lo cual ya sería meritorio, sino que hay mensajes en cada situación, un cierto tipo de enseñanza sutil para quien quiera escuchar, o leer entre líneas las reflexiones de este peculiar duque.
El espíritu de la novela parece beber, como ya se ha dicho, de esa prosa clásica capaz de entremezclar entretenimiento con enseñanza, y Fernando Cotta se mueve cómodo en la frontera, haciendo sufrir, incluso físicamente, al ave aristocrática, con lo que logra arrancarle al lector la sonrisa, mientras por otro lado le da una panorámica de la amplitud amatoria a la que puede aspirar el género humano, deseando que nadie se quede a las puertas de su disfrute. Una lectura fresca, divertida pero con criterio, que es como mejor se puede trabajar el humor en la literatura. Respetemos y loemos la figura de este plumífero duque.
El Duque del Altozano. Fernando CottaCVC Ediciones. 212 págs. 17’50 euros.