Cierto, en mi viaje a Toledo quedé eclipsada por todo: por su historia, por sus calles, por su cultura, por su todo.
Me encantó ver la mezcla de las tres culturas (judía, musulmana y cristiana) en tantos elementos. Ver una sinagoga al lado de la iglesia católica de Santo Tomé con la maravilla de El Entierro del Conde Orgaz, toda la zona urbana puramente árabe por sus calles, los cigarrales rodeando la ciudad.¡Me maravilló! Una de esas tres culturas, la arábica, trajo a Toledo desde Damasco la técnica del Damasquinado. ¡Toledo está repleta de este arte! Sus calles albergan tiendas a decenas de objetos hechos con ella, artesanos que viven de esas piezas realizadas con hierro o acero en las que incrustan hilos de oro o plata para hacer sus dibujos. Actualmente Toledo es el mayor productor de esta técnica y además lo siguen haciendo de manera artesanal ¡y es que es todo un arte!
Evidentemente, pensaréis, no me pude ir de allí sin mi pieza de Damasquinado, ¿no? Y supe inmediatamente qué quería. No podía salir de Toledo sin mis tijeras costureras. Busqué y rebusqué entre las tiendas y tiendecitas del centro, por los alrededores, hasta que encontré la mejor tijera del mundo. Tiene el Damasquinado artesanal y es una tijera buena de acero de la marca Tres Claveles, que conocía ya de mi madre y de mi abuela. Así que ¡no la pude dejar ahí! Se vino conmigo la tijera más preciosa del mundo y ahora mi costurero tiene un nuevo objeto muy preciado. Me recuerda a las tijeras que mi madre tiene en su costurero, que recuerdo ya de niña y que me contaba que eran de toda la vida, ya de su madre, esas tijeras que algún día espero guardar para mis hijas y las hijas de mis hijas... ¡Son como esas, pero las mías!