Hay quien admira a Julián Assange, publicista australiano de 41 años creador de WikiLeaks, porque piratea y divulga con sus medios técnicos y ayudas desde el interior de las instituciones los secretos mejor guardados, como los papeles del Departamento de Estado de EE.UU.
También lo admiran porque creen que logró refugio político en la embajada de Ecuador en Londres para evitar su deportación a EE.UU., “donde quieren ejecutarme por revelar esos secretos”.
En realidad está reclamado por dos supuestas violaciones en Suecia, una democracia solvente, pero con un temible lobby feminista, aunque Baltasar Garzón, su abogado, afirme que es un perseguido político en países donde refulgen las libertades.
Assange no sería deportado a Suecia por nada relacionado con WikiLeaks, pero él denuncia con poca base que ese país lo entregaría a EE.UU, cuando realmente parece huir de dos procesos en un lugar donde una sola violación se pena con muchos años de cárcel.
Decidió romper la libertad vigilada que le concediera el Reino Unido, otra democracia solvente y cuna de la libertad de prensa desde el siglo XVII, para alojarse en la embajada de Ecuador, donde este jueves su presidente le concedió asilo político.
Así que el defensor de las libertades de prensa y publicación pidió refugio a una nación cuyo presidente está destruyéndolas sin piedad desde 2006.
El populista Rafael Correa, partícipe de lo que llama la “Revolución Socialista del Siglo XXI”, con Hugo Chávez y Evo Morales, cerró hace cuatro meses 14 universidades alegando bajo nivel educativo, pero porque eran privadas, y el último año veinte medios privados, entre periódicos y radios; amenaza, además, a otros noventa.
Assange no lucha por su vida, sino para evitar un juicio por delitos poco honorables, y para no pasar el ecuador de su vida en la cárcel.
------
SALAS