En la Biblia, el nacimiento de la humanidad y su propagación es un misterio porque solo se mencionan cuatro personas, familiares entre sí, donde tres de ellos son hombres y uno acaba muerto. Aunque no lo digan, al ser las primeras personas, estaban obligadas a practicar el incesto, a pesar de que luego lo prohiban. En cambio, el relato sumerio de Enki y Ninhursag no solo no tiene remilgos sino que presenta una historia de incesto transgeneracional.
Enki y Ninhursag son dos importantes deidades sumerias. El primero domina las aguas subterráneas mientras la segunda es una diosa madre creadora de los humanos, esposa de Enlil, dios de los vientos. El mito se sitúa ciudad sagrada de Dilmún, donde no hay enfermedad, peligros ni suciedad, pero Ninsikila, otro nombre de Ninhursag, se queja de que carece de agua, por lo que Enki llena los canales, permitiendo el cultivo y el comercio.
En las ciénagas, mientras cava canales con su pene que abre paso entre sus prendas, Enki prohibe acercarse a todos salvo a Nintu/Ninhursag, a quien invita a dormir. Allí copula con ella y Damgalnuna, dando a luz sin dolor y en nueve días a Ninsar. Desde el mismo lugar, Enki espía a Ninsar en la orilla del río. Tras consultar con su visir Isimud, viaja en barca hasta tierra firme y copula con su hija, que da a luz a Ninkura. Lo mismo ocurre con su nieta, que engendra a Ninimma, y con esta última, que le da una tataranieta, Uttu. Ninhursag, percatándose de la repetición de acontecimientos, advierte a Uttu para que le pida pepinos, uvas y manzanas o albaricoques a cambio del coito. Enki obtiene estos frutos de un jardinero agradecido cuando vuelve a extraer agua subterránea para los canales. Entonces, Enki acude a casa de Uttu, cambiando su cara por una más atractiva, identificándose como el jardinero y ofreciéndole sus frutos. Entonces, durante el coito o el parto, Uttu experimenta dolor. En ese momento, Ninhursag le extrae el semen y se lo introduce en ella misma, produciendo ocho plantas.
Tras espiar a las plantas, Enki consulta con Isimud, que las nombra, corta o extrae de la tierra, dándoselas a Enki, que se las come. Mediante este acto, Enki conoce sus corazones y determina el destino de las plantas, pero Ninhursag lo maldice retirándole el ojo dador de vida, enfermándolo.
Un zorro promete a Enlil traer de vuelta a Ninhursag, por lo que este le ofrece fama y un árbol en su ciudad. El zorro se adorna y se acerca a Ninhursag, afirmando que no ha tenido suerte al acercarse a Enlil, Nanna y Uttu en sus templos. Gracias a esta artimaña, Ninhursag va al templo de Enlil, donde los dioses la desnudan y colocan a Enki dentro/frente a su vulva. Ninhursag le pregunta a Enki qué parte del cuerpo del cuerpo le duele, enumerando que la cabeza, el pelo, la nariz, la boca, la garganta, los brazos, las costillas y los costados. Al curarle cada una de estas zonas, emerge una deidad cuyo nombre está relacionada con su lugar de nacimiento.
Este relato, que posiblemente sea una amalgama de mitos más cortos, presenta por una parte el carácter de Enki, pero por otra proporciona un fundamento mitológico al uso de hierbas medicinales. Para empezar, tenemos a Enki, que comienza como un dios solemne que meramente proporciona prosperidad a la ciudad utópica de Dilmún. Sin embargo, tarda poco en despertar su apetito sexual con la esposa de Enlil y su propia hija, nieta, bisnieta y tataranieta. Este cambio de carácter puede parecer súbito, pero es coherente. En los mitos, Enki actúa bajo el arquetipo del embaucador. Los embaucadores, como Loki, Maui o Sun Wukong, son personajes ambiguos que se mueven continuamente entre los límites, accediendo a poderes únicos, pero finalmente topándose con una frontera infranqueable donde reciben un castigo. Estos límites pueden ser de cualquier tipo, desde físicos a morales, por lo que ponen a prueba los tabúes y prohibiciones. Esta actitud la presenta en el mito del diluvio, teniendo la picardía para eludir la prohibición de informar a los humanos de la llegada del desastre. Por otra parte, tenemos que tener en cuenta que en Mesopotamia se solía equiparar habitualmente el cultivo con el sexo, usándose el mismo término tanto para agua como para semen. De hecho, los ríos Tigris y Éufrates nacieron míticamente del semen de Enki.
Atrapado en un ciclo repetitivo de cópulas con sus descendientes, la intervención de Ninhursag hace que, nunca mejor dicho, sus encuentros sean fructíferos. Con una estructura similar a las canciones de amor entre Dumuzi e Inanna, Enki abandona los asaltos y debe cortejar a Uttu. Como el texto se encuentra fragmentado y hay porciones perdidas, se cree que Uttu podría ser quien recibe las frutas del jardinero, creándose una rivalidad como la que tenía Dumuzi con Enkimdu. Finalmente, aunque sigue el protocolo propuesto por Ninhursag, la fuerza igualmente. El semen es usado por Ninhursag para generar ocho plantas, que Enki se comería, repitiendo el procedimiento que había realizado con sus descendientes.
En este momento, el rumbo del relato deriva en conectar esas ocho plantas con las zonas doloridas de Enki y con las deidades que nacerían de ellas. Como en el mito chino de Shennon, sería un dios quien probaría y descubriría los efectos de las plantas. En este caso, las plantas se recomendarían específicamente para cada zona dolorida, que estaría presidida por una deidad concreta. A su vez, sirve de precedente para dos mitos posteriores.
En primer lugar, el encuentro con Uttu tendría un paralelismo en el nacimiento de Erictonio de Atenas, hijo de Hefesto, Atenea y Gea. En el mito, Hefesto intenta violar a Atenea, pero eyacula prematuramente en el muslo de esta, quien se quita el semen con lana, tirándolo a la tierra e impregnando a su bisabuela Gea. De esta manera, la dinastía podía señalar su ascendencia de una diosa virgen. En segundo lugar, al devorar a las ocho plantas, actúa como el griego Crono y el hitita Kumarbi comiéndose a sus hijos y evitando que estos generen sus propios frutos. Por último, aunque la historia por lo general es ajena al Génesis bíblico, parte de un paraíso terrenal donde se produce una transgresión al comer un fruto, se llega a un punto donde el sexo o el parto son dolorosos y nace una diosa a partir de una costilla (Ninti). No obstante, el paraíso ni es perfecto ni es un lugar completamente natural, sino una ciudad que, sin la intervención de Enki, se encuentra inactiva.
- Dickson, K. (2007). Enki and Ninhursag: the trickster in paradise. Journal of Near Eastern Studies, 66(1), 1-32.