Echo de menos, lo decía en twitter, sondeos de opinión sobre qué partido ganaría en caso de que se celebraran hoy elecciones generales. El otro día, sin ir más lejos, Aznar tocó con el dedo en la llaga. Dijo el expresidente del Gobierno que Rajoy debía actuar de inmediato o convocar elecciones. Unas elecciones ahora, justo en medio de la tormenta catalana, favorecería al Partido Popular. Lo favorecería, y no me cabe ninguna duda, porque la crisis abierta por Puigdemont despierta dos sentimientos antagónicos. Unos, el separatismo; dos, el unionismo. Los efectos nefastos de la posible Declaración de Unilateral de Independencia (DUI), para los intereses económicos de las empresas afincadas en Catalunya, está suponiendo un éxodo de las mismas hacia otros lugares seguros. Un éxodo ante el miedo a un inmediato corralito al estilo argentino o de Chipre, por ejemplo. Así las cosas, hoy más que nunca, los grandes bastiones catalanes quieren ser español, y Catalunya está a las puertas de consagrarse como "la nueva Grecia de Europa".
La determinación de Rajoy de no cesión ante el desafío independentista; le coloca como cabeza visible y "representante" de la Triple Alianza. Una alianza - la gran coalición a la alemana - donde el PSOE y Ciudadanos han pasado de ser protagonistas de un peliculón a personajes secundarios. Rajoy, pese a su perfil bajo, se ha convertido - fruto de la crisis de Estado que estamos padeciendo - en aquel alcalde americano, que ganó las elecciones gracias a las "botas verdes" que se calzó, con motivo de unas inundaciones previas a las mismas. Así las cosas, Rajoy es muy probable que pase a la historia como el presidente que evitó la declaración unilateral de independencia. Una declaración, como saben, paralizada por la fortaleza del Estado de Derecho. Si quien gobernara fuera Podemos - me decía Peter desde la barra de El Capri - otro gallo cantaría. Aunque la carga policial haya sido sobreactuada, aunque la imagen que se ha proyectado de España a nivel internacional haya sido nefasta; lo cierto y verdad, es que la DUI no está siendo tan fácil como algunos suponían.
En caso de que los catalanes "recularan", como ya están haciendo algunos pesos pesados como Artur Mas, por ejemplo, la iniciación de una probable negociación favorecería enormemente a Rajoy. Le favorecería, queridísimos lectores, porque seguiría siendo él - y no sus socios de gobierno - el interlocutor mediático del conflicto. Don Mariano se convertiría en un estadista, en un estadista que vela por la unidad de España, como en su día hicieron "los imprevisibles": Suárez y don Juan Carlos. Se celebrasen o no ahora elecciones, el Pepé tendría todas las fichas de cara en el tablero. Si se celebrasen comicios - tal y como ha insinuado Aznar - Rajoy ganaría ante la inseguridad que provocaría la victoria de partidos afines al separatismo. Inseguridad ante la incertidumbre que supondría la victoria del "sí a la catalexix" en un hipotético referéndum pactado, de conformidad con las pretensiones de Podemos. No olvidemos que el Brexit fue el resultado del consentimiento político a un plebiscito legal. Por ello, por el miedo a una situación peor que la presente, muchos simpatizantes de partidos afines a una democracia "sin barreras", preferirían quedarse en el sofá que ir a votar el día de las urnas.
Aunque a muchos socialdemócratas no nos guste el escenario, es muy probable que el Pepé recuperara su mayoría absoluta, en caso de que hoy se celebraran elecciones. Por ello, estimados lectores, no es decabellado pensar que las declaraciones de Aznar fueron lanzadas en un doble sentido. El mensaje de S.M. - la llamada al unionismo y el fortalecimiento institucional -, es idéntico al argumentario del Partido Popular. Un comunicado de tranquilidad para una sociedad, que todavía recuerda a la España de rojos y azules que instauró la contienda nacional. Gracias a este mensaje de unidad, el Pepé hace suya la batalla de unionistas contra separatistas. No olvidemos que dentro de los unionistas se halla todo un espectro ideológico, que va desde el centro-izquierda hasta el centro-derecha. Por su parte, en la orilla del separatismo se congregan las fuerzas nacionalistas y populistas, o sea una minoría en clave nacional. Por ello, sería conveniente que el PSOE alejara su discurso del Partido Popular. Si no lo hace, si sigue por la senda de Rajoy corre el riesgo de ser castigado el día de las urnas. Es necesario que el partido socialista se proclame, de una vez por todas, a favor o en contra del artículo 155 y se aleje de la ambigüedad. No olvidemos que Ciudadanos defiende la aplicación del precepto; el Pepé, la confianza en el Estado de Derecho, y el PSOE: no sabe, no contesta.