Revista Educación

El efecto iceberg

Por Siempreenmedio @Siempreblog
El efecto iceberg

Meses atrás alguien muy querido me dijo que observaba que en mi escala de valores había un cambio, que ya no pienso tanto en la pasión. Que ahora coloco por delante el esfuerzo.

El esfuerzo. Esa palabra tan denostada en este siglo en el que vivimos preocupados por lo inmediato. La genialidad, los resultados, hasta la creatividad, no surgen de un día para otro. No te engañes, esas ideas brillantes que derrochan algunas mentes capaces son el fruto de largas temporadas de sacrificio, pero en estos tiempos en que la tecnología nos tiene atontados, está claro que lo que cuesta algo ya no nos interesa.

Al contrario, se desprecia. El que trabaja es un friki.

Queremos recompensas en un minuto. No nos molestamos ni en comenzar a leer aquellos textos que tienen más de un párrafo, y buscamos esa aplicación del móvil que ya nos lo da hecho. Hoy vale más una publicación de cualquier mindundi en Instagram, llena de faltas de ortografía y acompañada por una foto de cuestionable gusto, que las horas que tú estás empleando en perfeccionar tu estilo, en formarte para ser cada día un poco mejor.

Pero esa gloria que puedan llegar a disfrutar quienes no conocen el valor de consagrar tu energía vital a alcanzar un objetivo es efímera. Todo lo que viene rápido, con la misma velocidad se irá. Porque carece de la estabilidad y la firmeza en la que se asientan los logros más grandes, los que se conseguirán mañana a partir de las renuncias que haces hoy. Cada uno de los pasos que das depende de ese trabajo constante, callado y minucioso, desagradecido, pero no todo el mundo es consciente del verdadero precio de tanta dedicación.

De hecho, hay personas que hasta se consideran en condiciones de opinar sobre lo que no han vivido, que solo ven esa montaña que has escalado, la cima del iceberg, pero que ignoran el peso de las motivaciones que te llevaron a iniciar el ascenso, todas las vivencias que se han quedado en el trayecto y la forma en que se han sucedido los acontecimientos que te han hecho subir a la cúspide.

En el proceso siempre te planteas las mismas dudas: ¿Vale la pena seguir? ¿Por qué perseverar? Ese es el momento en que demostrarás tu auténtica fuerza. Escucha tu voz interior, la que sabe hacia dónde tienes que ir y la que te guía hacia futuro que mereces.

Permítete un mal día, un traspiés, una decepción, una amargura. Llora si quieres. Pero sé justo contigo mismo y no te culpes por haber aflojado alguna vez, pues el resultado de tantas noches desvelado te está esperando. Y será más pronto que tarde.

Siente la pasión.

Que nadie te diga lo que piensa que tú puedes llegar a ser, porque no es el dueño de tu destino. Ese futuro está por escribir, y tú estás al mando. Nadie más que tú es conocedor lo que te ha costado situarte en el lugar en que te encuentras, e incluso si estás a mitad de camino, no pienses en todo lo que te resta hasta la meta, sino en lo mucho que has logrado desde que empezaste.

Hoy mis pensamientos son para ti. Despierta y lucha, sigue permitiendo que la pasión y el esfuerzo guíen tu vida.

Y, recuerda: Si no llegas, tampoco pasa nada. Vivir es la más hermosa recompensa.


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