Revista Opinión

El efecto Kruger-Dunning

Publicado el 20 febrero 2020 por Carlosgu82

Quizás hay demasiados políticos con tendencia a ser ciegos ante sus propias carencias. Lo que explicaría por qué algunos incompetentes son tan notables. Habría que inyectarles cierta dosis de humildad a su autoestima.

Justin Kruger y David Dunning, investigadores de la Universidad de Cornell, en Nueva York, elaboraron un trabajo sobre las personas que carecen de ciertas destrezas en un determinado campo, y llegaron a la conclusión de que éstas eran más propensas a no notar esta tara de habilidad que cualquier otra persona más diestra para igual labor.

Kruger y Dunning estaban interesados en poner a prueba la cuestión hilarante, por lo que pidieron a comediantes profesionales que puntuaran 30 bromas de acuerdo a su gracia. Convocaron a 65 estudiantes para que puntuaran los mismos chistes y relataran cuál había sido su criterio para juzgar los chistes y ver cómo coincidían o discrepaban con los comediantes profesionales. La evaluación que la mayoría de los alumnos hizo de sí mismos estuvo por encima del promedio, es decir, valoraban su habilidad para juzgar lo que era gracioso muy por encima del ratio estándar. Sin embargo, cuando se consideraban los niveles de desempeño de aquellos que tenían una habilidad mayor a la media para juzgar el humor eran más exactos en su autoevaluación.

¿Qué quiere decir esto? Pues que la capacidad de evaluar con precisión el nivel de desempeño en cualquier actividad determinada depende de las mismas habilidades que para realizar dicha actividad, con lo cual quienes eran menos habilidosos tenían un doble déficit. No sólo eran los más incompetentes, sino que además carecían de las herramientas mentales necesarias para juzgar la propia competencia.

¿A qué viene esto? Al ridículo que Teodoro García Egea protagonizó el miércoles en la Sesión de Control al Gobierno. Este buen hombre, corto como los pantalones del Tío Aquiles, interpeló a Pablo Iglesias recriminándole aquello del gobierno de las Políticas palanca. Y cuando él intentó jugar también con las palabras se hizo la corbata un lío. “Su Gobierno sería…”, dijo García Egea, haceciendo una pausa dramática que sorprendió a todos los diputados, para después algo descompuesto, añadir cómo sería para él el Ejecutivo formado por PSOE y Unidas Podemos: “Cintas, mentiras y señor Sánchez. Señor Sánchez, mentiras y cintas de vídeo”. Está claro que intentó hacer referencia a la película “Sexo, mentiras y cintas de vídeo.” Este es el nivel de la derecha española. De la supuestamente moderada, porque si nos ponemos con la ultraderecha es que ya es para cerrar el TBO y tirarlo a la papelera. Reconquista, guerrero del antifaz, Capitán Trueno y Franquito el generalito valiente.

La desgracia no es solo que suelten basura por la boca. Lo que pone de manifiesto el grave problema estético que hay en la derecha, PP y Vox sobre todo, pero sin olvidar al agonizante Cs. Lo peor es que esta derecha muy españolista tiene un problema ético, por lo que recurren a la basura verbal indiscriminadamente. Sometiendo con ello a la sociedad a la repugnancia de oír que “no hay violencia de género”, que «el feminismo es un cáncer», o que “la progresía va a destruir a España”. ¿Y qué pretenden con ello? Romper la unidad institucional sobre cualquier tema social. Porque a ellos, solo les interesa sus intereses.

Pero lo ridículo es que ellos mismos se creen graciosos e inteligentes, despreciando a los demás por no estar a su altura. Máxime si se trata del “consenso progre” claro, comunistas bolivarianos, narcotraficantes, separatistas y terroristas. Este fenómeno lleva el nombre de los dos científicos, se denomina efecto Dunning-Kruger. Y ejemplifica lo que los psicólogos llaman metaconocimiento.

Esto debería darnos a los ciudadanos una idea sobre los representantes que están cobrando del Estado para, supuestamente, representar al pueblo, y debería también hacernos reflexionar sobre sus capacidades y su desmedida prepotencia. Tal vez deberíamos darles un tirón de orejas para que dejen de creerse que lo saben todo, y recordarles que lo único que hacen es andar por ahí felizmente ignorantes de su propia ignorancia.


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