Revista Política

El efecto psicosocial de la represión

Publicado el 12 abril 2011 por Peterpank @castguer

¿ Por qué la mayoría de los hambrientos no roba y por qué la mayoría de los explotados no va a la huelga.?
Para la integración de una persona puede resultar completamente demoledor ver que el sistema de creencias en que se basa dicha integración, y que la protege contra la angustia ante la muerte, no sólo deja de cumplir su cometido, sino que, peor aún, se dispone a destruirla psicológica y físicamente. Entonces uno siente que ya no queda nada capaz de ofrecer protección. Además, ya no podemos estar seguros de que volveremos a saber a ciencia cierta en qué podemos confiar y contra qué tenemos que defendernos. "Las cosas cambian cuando además de comprobar que la confianza que habíamos depositado en el hombre y la sociedad resulta una falsa ilusión, vemos también que la estructura de nuestra personalidad deja de protegernos contra el miedo al abandono. La única situación peor se presenta cuando nos encontramos verdaderamente abandonados y la muerte inmediata es posible y probable, aunque creamos que todavía no ha llegado nuestra hora. Entonces los efectos son catastróficos. El desmoronamiento combinado y repentino de todas esas defensas contra la angustia ante la muerte nos proyecta hacia lo que hace unos treinta y cinco años, a falta de otro nombre, denominé situación límite."( Bruno Bettelheim).
Miedo y angustia son utilizados muchas veces como sinónimos.
Sobre la angustia: El valor es generalmente descrito como el poder de la mente para sobreponerse al temor. Señalar la importancia de la angustia como fenómeno de grupo. La angustia es el estado en el cual un ser es conciente de su posible no ser. La misma afirmación en forma más corta diría: la angustia es la conciencia existencial de la nada (...) No es el percatarse de la transitoriedad universal o incluso de la experiencia de la muerte de otros, sino que es la impresión de estos acontecimientos en la conciencia siempre latente de nuestro tener que morir lo que produce angustia. (...) El único objeto (de la angustia) es la amenaza misma, pero no la fuente de la amenaza, porque la fuente de la amenaza es 'la nada'.
El temor y la angustia son distinguibles, pero no separables.
Son inmanentes el uno dentro de la otra. El temor es tener miedo de algo, un dolor, la expulsión o parte de una persona o un grupo, la pérdida de algo o de alguien, el momento de la muerte. Pero la participación de la amenaza que se origina en estas cosas, no es la negatividad misma que ellas traerán sobre el sujeto lo que espanta, sino la angustia sobre las posibles implicaciones de esa negatividad.
El ejemplo más prominente -y más que un ejemplo- es el temor de morir. En cuanto que es temor, su objeto es el acontecimiento anticipado de ser matado por la enfermedad o por accidente, y por lo tanto sufrir la agonía y la pérdida de todo. (...) El temor de la muerte determina el elemento de la angustia en todo temor. La angustia cuando no es modificada por el temor de un objeto, la angustia en su desnudez, es siempre la angustia última de no ser. La angustia es el sentimiento doloroso de no poder resolver la amenaza de una situación especial. Es la angustia de no poder preservar el propio ser, que subraya todo temor y constituye el elemento pavoroso de ella.
Los temas reaparecen: violencia, amenaza política y miedo. Sartre  describe en profundidad el horror, la violencia y el miedo.
"El horror parecía estar afuera (...). Podíamos olvidarnos de él por un momento (...) y advertíamos que no nos había abandonado. Calmo y estable, casi discreto, tenía tanto nuestros ensueños como nuestros pensamientos más prácticos. Constituía a la vez la trama de nuestras conciencias y el sentido del mundo; pero cuando estábamos sumergidos en el horror, se nos había hecho tan familiar que a veces lo considerábamos la tonalidad natural de nuestros estados de ánimo. ¿Se me comprenderá si digo que era a la vez intolerable y que nos adaptábamos muy bien a él?".
En otro texto Sartre define el miedo diciendo:
"Descubrimos de esta forma el verdadero sentido del miedo: es una conciencia que pretende negar, a través de una conducta mágica, un objeto del mundo exterior y que llegará hasta aniquilarse así misma con tal de aniquilar el objeto consigo".
Al describir el clima social del colonialismo desde el sometimiento señala: "culpables, dos veces culpables, ya nos sentimos presa de un malestar confuso. No es aún el horror, sino el presentimiento de que el horror existe, cercano, tanto más amenazador, porque no podemos ni queremos mirarlo a la cara, y luego, de repente, unas fulguraciones que saltan a la vista '¿y si fuese cierto?'Aparte de eso, siempre formidables, pero ya sospechosos. Si cada cual de nosotros encuentra sospechoso al vecino y teme que el vecino lo encuentre sospechoso a él. Acerca de la solución al problema argelino, los amigos podían tener opiniones diferentes sin cesar de estimarse ¿pero las ejecuciones sumarias? ¿la tortura? ¿se puede ser amigo de los que las aprueban? (...) se tiene miedo de hablar".
"el miedo a la muerte física, sin el cual la opresión no puede ser impuesta, (...) es la primera característica. (...). En su nivel más elemental este miedo es experimentado individual y existencialmente. Ese miedo cristaliza inevitablemente como un conflicto entre el deseo individual de la sobrevivencia física y la sobrevivencia socio-histórica de la comunidad. Alguien puede sucumbir al miedo a la muerte física y al mismo tiempo trabajar para preservar los valores culturales y los propósitos colectivos que están desafiados".(Bulhan)
El dilema entre el miedo, la muerte física y las lealtades al proyecto político señalan una contradicción que se genera desde la represión política.
"(...) Dondequiera que el miedo a la muerte física adquiere preeminencia florecen la tiranía y la explotación. (...) los que se someten a la opresión pueden continuar respirando, comiendo y durmiendo. Pueden congratularse a sí mismos por haber preservado su vida biológica. Desafortunadamente, sin embargo, han cambiado una forma de muerte por otra. En términos metafóricos la relación 'amo-esclavo' describe la relación social entre amenaza y miedo, porque el amo impone su dominación mediante el terror. Se trata de una relación dialéctica que es en cierta forma la dialéctica de la historia.
Si la libertad exige el riesgo de la vida, la opresión requiere también el miedo a la muerte física. Es axiomático que la opresión no puede ser impuesta o mantenida sin ejercer la amenaza de violencia: (...) así más que disponer de armas superiores, el opresor debe su poder al miedo a la muerte. Esta es una de las razones posibles de la dimensión psicológica de la opresión que es muy significativa. Si el oprimido logra superar este miedo, las armas superiores y la violencia del opresor pierden su potencia".
"Cuando la gente se somete a la opresión para preservar su vida biológica, invariablemente padecen un grado de muerte psicológica y social. Aunque su sobrevivencia física permanece tenue (...) su muerte psicológica y social continúa sin interrupción tanto tiempo como persiste su miedo a la muerte física.40 (...) Todos los individuos son mortales y la muerte física podría a lo más ser pospuesta pero jamás evitada (...) Aquellos que temen la muerte física y se someten a la opresión invariablemente se condenan a sí mismos a una muerte psicológica, social e histórica".(Bulhan)
Desde otro punto de vista Erikson señala que:
"la naturaleza de los conflictos de identidad ha dependido a menudo del pánico latente en las sociedades" (...) "en algunos períodos en la historia se llegan a constituir vacíos de identidad causados por miedos surgidos de hechos reales, tales como descubrimientos o inventos, relacionados especialmente a la expansión ilimitada del armamentismo en general. Estos hechos inciden en la imagen del mundo como totalidad, y ponen en evidencia la fragilidad del planeta y los riesgos de su autodestrucción. Emergen ansiedades nuevas, percibidas como peligros simbólicos vagamente identificados como consecuencia de la decadencia de las ideologías existentes..." Las amenazas se ubican en un marco planetario, no individualizado. En cierta forma se refieren al género humano como tal, y hacen de contexto a la amenaza dirigida a grupos específicos".
Esta conceptualización advierte acerca de la articulación entre amenazas generalizadas, producidas por el tipo de progreso y desarrollo de la humanidad, y las amenazas dirigidas contra grupos sociales específicos, asimilados a identidades negativas, que parecen condensar las amenazas más generales. Ambos tipos de amenazas desencadenan ansiedades que pueden llegar a experimentarse de manera abrumadora. El concepto de identidad negativa de Erikson contribuye a explicar porqué han sido perseguidos grupos específicos. Ha sido aplicado a los judíos, los comunistas, los negros, los indígenas, los colonizados, los rebeldes, los revolucionarios, los subversivos, el enemigo, los otros.
Cuando se analizan los efectos de la violencia, el miedo o el terror, referido a contextos políticos España suele ser olvidada. En este siglo tres años de guerra civil y 40 de dictadura han incidido tal vez en generar esta dificultad, en producir este olvido. Sin embargo en España el ejercicio político del terror alcanzó altos niveles de sofisticación antes de la guerra civil y aún antes de la Inquisición.
La represión política que siguió a la guerra civil se funda en una historia donde el uso del terror fue legalizado. Un ejemplo de ello es la tortura. La tortura se legitimó como un recurso legal para el ejercicio del control político de la sociedad.
"Cuando andaban de por medio los delitos de traición (...) la "utilidad pública" o "la razón de Estado" el Derecho ya no era un límite ni siquiera para el juez".
"Pasada la dictadura el miedo sobrevivió e incluso ha sido mantenido, retroalimentado y manipulado desde el discurso del poder apelando a la memoria del dolor".
(...) el efecto psicosocial de la represión es ese: prolongar en el ámbito nuevo de la paz política el temor que se prolonga en ella y la circunda, pero ahora pacificado, como si no estuviera. (...) Son esos mismos terrores subjetivos -fantaseados, fantasmáticos, imaginarios o simbólicos- que no fueron enfrentados y elaborados en el juego político, los que la represión hace aparecer ahora, y que sorprenden como si fueran nuevos y extraños. Estaban desde siempre pero no se quería verlos. Para poder verlos hubiera sido preciso vencer la señal de angustia -angustia de muerte como límite a toda modificación- y ampliar la percepción de la realidad reprimida en nosotros mismos. Quizás no nos hubiera sorprendido cuando aparecieron luego como reales, actuados por la represión y la tortura. El terror exterior ratificó el terror subjetivo, convertido en inconsciente. Absolutizó las condiciones de la realidad social que, con ese límite, no podían ser enfrentadas en lo que realmente son, porque el terror no podía ser visto como formando parte, desde siempre, de la propia realidad: la represión afectaba también nuestra capacidad para discriminarla".(León Rozitchner).
Terrorismo  de estado
La acción psicológica del terrorismo de estado es definida como una forma de guerra presente en el campo de la política, cuyo objetivo es el tradicional: alcanzar el dominio de la voluntad del otro. Para lograrlo acude a medios habitualmente no calificados de guerreros: la dominación del espíritu. Su acción consiste entonces en transformar la subjetividad de cada ciudadano, considerado como blanco, en el lugar ocupado como propio por el enemigo. El recurso para lograrlo va desde la astucia para llevarlo a que acepte las ideas ajenas y contrarias como propias, hasta la implantación del terror como sujeción rendida al enemigo.
" El terror y la represión ampliaron el límite restringido a lo individual, rompiendo la separación entre fantasía y realidad, entre enfermedad y salud. Lo que los psicóticos alucinaban, sus terrores y amenazas destructivas que les hacían vivir en la angustia continua y en el pavor, se vieron confirmados como ciertos y realmente existentes en las torturas, las violaciones y los asesinatos. Las construcciones complejas y surrealistas de los psicóticos, todo lo que la imaginación individual aterrorizada fabulaba como persecución, agresión y despedazamiento, desarticulación e intrusión, profanación, violación, espionaje, conminaciones imperativas, repetición obsesiva de un tiempo vivido como infinito en su continuidad inacabada, todo esto apareció confirmado en la realidad histórica e institucionalizada del terror y sus laboratorios de horror. Ya no había diferencia entre lo fabulado y lo real: la realidad histórica misma lo confirmaba como cierto."
"El miedo de los vencedores está hecho del trauma vivido antes de la victoria, del oscuro presentimiento de que la máquina represiva contra los vencidos puede transformarse en un monstruo incontrolable, de la sensación de que toda victoria es efímera, y del terror a la vuelta de tortilla y a la revancha de los vencidos.(...) el consenso del bloque gobernante, que tiene orientaciones diversas, se hace en torno a la eliminación del enemigo por cualquier medio.(...) aunque el golpe militar haya implicado la victoria de un bando sobre otro, el bando vencedor define la sociedad como en estado de guerra, legitimando la represión, ante sus partidarios y ante el silencio cómplice de la sociedad como algo inevitable y necesario. La ideología predominante es militar y de guerra: la llamada 'doctrina de seguridad nacional'. 
(...) Desde la perspectiva del miedo, este es el momento en que toda la sociedad se encuentra atravesada por éste. Es un miedo generalizado, propio de situaciones límite, en que parece vivirse al extremo el dilema sartriano de ser 'un héroe o un traidor.' Para los vencedores su propia propaganda subraya cuan cerca se estuvo de la catástrofe. Para los vencidos se exhiben los éxitos de la represión y respecto de la sociedad se denuncia la presencia de un enemigo oculto no eliminado aún y se la incita a colaborar en su destrucción."
El miedo de los vencidos:  "es un miedo primario, existencial: es el terror a la muerte y a la pérdida de la integridad física, a la desaparición, a la tortura, a la desaparición de todo un tejido de significaciones intelectuales y afectivas, al destierro, a un mundo de oscuridad."
Este estudio atribuye al miedo una existencia real y poderosa en todos los sectores de la sociedad. Vencedores y vencidos son afectados por los procesos que se derivan de sus propias acciones y que fluctúan dentro del proceso de redistribución del poder en las estructuras sociales. El autor imagina una fase de transición entre el poder desde el terror y el poder surgido de un régimen democrático. El miedo predominante en esta fase es el de los vencedores, que serán los vencidos en el proceso de transición. 
Los crímenes cometidos empiezan a ser reconocidos en la sociedad y las demandas por justicia y castigo se generalizan. Todo tipo de fórmulas intentarán asegurar la impunidad. La exorcización del miedo en todos los sectores nacionales implica procesos diferentes. Para los vencidos será buscar el reconocimiento de lo sucedido, incluso aunque la justicia y las reparaciones no resulten ya posibles. Para los vencedores del pasado será necesario someterlos a controles estrictos para que no continúen siendo productores de miedo. "El desafío consiste en la constitución de fuerzas políticas capaces de crear instituciones que, sin pretender una sociedad sin miedo, al menos permitan sepultar los miedos del pasado."
Norbert Lechner:  "El poder, ordenando/delimitando las relaciones sociales, produce un doble miedo. Miedo a perder los límites establecidos, "horror vacui" que legitima la autoridad en tanto impone y asegura los límites sociales. Y miedo al poder mismo que pudiendo ordenar también puede des-ordenar. El miedo producido por la autoridad se alimenta del miedo al caos que consuela a esa autoridad."
"La información es amenazante en tanto actualiza la perenne sospecha acerca de los límites propios. Supera el miedo quien está informado sobre sus límites. Vale decir, quien conoce el punto de no retorno más allá del cual deja de ser él; más allá del cual es la muerte. Estableciendo el límite de la muerte, puede defender su vida. En posesión de sus límites el individuo es autónomo. (...) Lo oculto/ocultado hace de la relación de poder una relación de miedo recíproco. Los poderosos temen tanto la capacidad (clandestinidad) de los subalternos como éstos la omnipresencia invisible del poder".
La sospecha es un elemento subjetivo utilizado discrecionalmente que se transforma en un componente sustantivo del miedo. Este trabajo describe los fenómenos psicológicos generados en este clima de sospecha, que afectan principalmente a los sectores sociales más conscientes de lo que ocurre en la realidad política la situación de miedo y amedrentamiento se sustenta en la destrucción de las relaciones sociales, las que se encuentran atravesadas por la noción de amigos - enemigos y la sospecha de encontrarse frente a un enemigo. Estos elementos inciden en la subjetividad, generándose un fenómeno de reinterpretación de la experiencia, que afecta a los sujetos de determinados sectores sociales intentando incidir en el conjunto de la sociedad.
Los  españoles se someten a las normas impuestas, al comportamiento adecuado, respetando el toque de queda, el silencio, la no participación. Se observa así un país pacificado, pasivo, inerte, que no reacciona ni siquiera ante las situaciones más extremas. Las  situaciones de represión pueden ser descritas como catástrofes sociales:
"...diáspora, desestructuración cultural, inversión de valores y normas, negación de la memoria social, son fenómenos que componen un cuadro humanamente catastrófico (...) Las desapariciones y torturas crean una vivencia difundida de desamparo. El Estado terrorista genera una sensación de indefensión y, al mismo tiempo, impone y difunde un discurso en que se representa a sí mismo, en tanto Estado, como único garante posible de la seguridad. Tal paradoja del Estado represor no sólo fuerza a identificarse con su discurso y con su proyecto, sino que paraliza por medio de la confusión".

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