El hundimiento del buque insignia del Pepé, deja muy tocado a Rajoy de cara a las próximas elecciones
l otro día, cuando me enteré de lo de Rato, acudí a comprar el diario La Razón. Me interesaba saber cómo los escribas de Marhuenda "salvaban – y perdonen por la expresión – el culo a la derecha". Sin ir más lejos, José María Marco – autor de La Jungla, nombre de su columna, echaba balones fuera sobre lo sucedido. Balones fuera, queridísimos lectores, porque según el articulista de Paco: "los hechos protagonizados esta semana por Rato no están motivados por un caso de corrupción". No lo están porque – siguiendo su argumento – forman parte lo privado o, como dijo Sáenz de Santamaría "se trata de un asunto particular” o dicho en palabras llanas: "el Gobierno en este asunto ni pincha ni corta". Con el titular "Probar la culpabilidad", el editorialista de Marhuenda apelaba a la presunción de inocencia y situaba a Rodrigo como una víctima del sistema. Una víctima juzgada por "la pena del telediario", por temas que no guardan relación con los cargos que ocupaba en sus tiempos de gloria, sino por asuntos cotidianos de un "ciudadano cualquiera".
Con la noticia "Hacienda halla evidencias contra Rato y pone la lupa en su ex mujer", La Razón dispara todo su arsenal de retórica barata contra Ángeles Alarcó. Un titular magnífico, cierto, para descafeinar las vergüenzas del Pepé y "pasar el marrón" a otro, a pocas semanas de las elecciones. "Pasar el marrón" – en la jerga carcelaria – es la táctica que utilizan los pillos para "escurrir el bulto" por sus tejes y manejes. Aunque la ex mujer de Rodrigo estuviera metida en este berenjenal y existieran indicios de ello, lo cierto y verdad es que ella no sería noticia, sin la caza de su marido. No lo sería, estimados señores, porque Ángeles Alarcó - actual presidenta de la empresa pública Paradores – es una anónima de cara a la galería. Alguien, cuya hipotética detención sería "un asunto particular" - sin relevancia mediática - en el más amplio sentido del término, expresado por Soraya.
Como cortina de humo, los escribas de Marhuenda han aludido, en varias columnas, a la polémica suscitada por las formas en que los agentes de Aduanas introdujeron a Rato en el coche oficial. Lo introdujeron, como saben, con la mano sobre la nuca; del mismo modo que se introducen a los violadores, delincuentes y asesinos. Esta práctica – en palabras del experto – es el protocolo habitual que llevan a cabo los agentes para que los detenidos no se golpeen la cabeza cuando entran en el coche. Así las cosas, la Ley es igual para todos, y aunque la imagen haya sentado como "una patada en el culo" a más de uno, es lo que hay cuando se vive en un Estado de Derecho. Es, precisamente, la fotografía con: un exvicepresidente del Gobierno; exministro de economía; exdirector del FMI, expresidente de Bankia y Honoris Causa de la universidad Rey Juan Carlos, entrando en coche para ser traslado a comisaría, la que sitúa a la "marca España" en el hazmerreír de los ojos internacionales.
A pesar de que Rato tenga el derecho – como todo ciudadano, faltaría más – a la presunción de inocencia. A pesar de que su caso sea un "asunto particular", ajeno a los quehaceres de Rajoy. Y, a pesar de que su detención no haya gozado de la estética deseada. Lo preocupante de todo este desaguisado es saber si, la “Amnistía Fiscal”, orquestada por el Pepé, tiene algo que ver con las torpezas de Rato. Si así fuera, si se demostrara que detrás de la Amnistía hay una intención partidista en beneficiar a los peces gordos de Génova, entonces el caso Rato se convertiría en un "caso público" y el Pepé no tendría escapatoria. No la tendría, como digo, porque entonces se demostraría que la "mayoría absoluta" habría sido utilizada para “ayudar" a los suyos. Aún así, aunque no se demuestre tal ecuación – probablemente nunca se demostrará – el hundimiento del buque insignia del Pepé – por supuestos delitos de fraude fiscal, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales – deja muy tocado a Rajoy de cara a las próximas elecciones. Lo deja, porque la palabra Rato será tabú en los próximos mítines. Y lo deja, porque sin Rato en el discurso, resulta complicado sacar a la palestra el "España va bien" de los tiempos aznarianos.
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