Revista Opinión

El efecto sonajero es lo mínimo

Publicado el 07 noviembre 2010 por Rgalmazan @RGAlmazan

Es tremendo la angustia de muchos trabajadores, y de sus familias, que ven que de una época donde les empujaban, dándole todas las facilidades, a comprar un piso, ahora debido a esta crisis económica se van al paro y sin posibilidad de seguir pagando la hipoteca.

La cosa no acaba aquí, resulta que si no pagan, el banco les desahucia y les echa a la calle. Pero van más lejos, en muchos casos siguen pagando además parte de la deuda al banco.

O sea, has ayudado a hacer rico a los constructores, cuando el banco ha visto peligrar su equilibrio financiero, el Estado le ha soltado los millones necesarios para que siga en pie y se rehaga; y, sin embargo, el pobre trabajador se ha ido al paro –el constructor ya se ha hecho millonario y el banco sigue funcionando y teniendo pingües beneficios gracias a la ayuda estatal—,  le echan de la casa y además acumula una deuda que ha de pagar al banco.

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Todo esto por dos razones. Una, los bancos daban créditos fácilmente por encima del cien por cien del valor de la casa, y otra porque el precio de los pisos ha bajado debido a la crisis, y ahora lo que saca el banco es menos que lo que le costó al trabajador, y naturalmente esa diferencia no la va a pagar el banco, ¡faltaría más!. La paga el hipotecado.

Imaginen la escena, una familia sin casa, cobrando sólo el paro y con una deuda que pagar. ¿No es inmoral? ¿No es una vergüenza? ¿No es para hacer cualquier barbaridad? Naturalmente el gobierno, los banqueros y los constructores no tienen ese problema, pero es real y se están dando continuos casos.

Todo esto con una Constitución, cuyo artículo 47 habla del derecho a la vivienda. Claro que el gobierno tiene otras cosas más importantes que hacer, como asistir a los oficios de Ratzinger --tan amigo que es del gobierno y tan barato que nos sale— o irse a visitar a las tropas a Afganistán, aquellas que mandó para callar la boca yanqui por las que retiró de Irak.

Izquierda Unida está presentando un plan para que, al igual que ocurre en Francia o en USA, cuando un ciudadano no puede pagar la hipoteca, lo máximo que puedan hacer es quitarle la casa –lo que ya me parece un exceso absoluto— y con ello, que se cancele la hipoteca. Se llama el efecto sonajero, por aquello de que al entregar las llaves, se libera la deuda.

Ante esta proposición, veremos cómo reacciona el gobierno, que tan preocupado dice que está por los más necesitados, y la oposición pepera, que como todos ustedes saben se ha convertido, de boquilla, en el “nuevo partido de los trabajadores”.

Las hipotecas, a mi modo de ver, deberían contar con un seguro obligatorio por si el titular se queda en paro u ocurre alguna incidente que no le permita seguir pagándola. Y, en ese caso, quedaría de su propiedad. Si esto no fuera posible, habría que promulgar una ley para que los bancos no pudieran actuar mientras que circunstancias objetivas hagan que el deudor no pueda pagar, abriendo un paréntesis en el pago de la deuda.

¿Habrá pensado alguna vez este gobierno en este problema y sus soluciones? Me temo lo peor.

Salud y República


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