Revista Sociedad

El efecto VOX

Publicado el 03 diciembre 2018 por Abel Ros

Tras conocer el resultado electoral en las tierras andaluzas, escribí el siguiente tuit: "lo preocupante del triunfo de VOX es que hay un sector de la sociedad que defiende la violencia de género, la xenofobia y el odio interautonómico". Acto seguido, varios tuiteros y seguidores de mi blog criticaron la utilización término del "triunfo". Triunfo negativo, les contesté, para la convivencia democrática y triunfo electoral en el sentido constitucional del concepto. El aterrizaje de Abascal en el Palacio de San Telmo abre un nuevo ciclo en la parrilla política de este país. La abolición de las autonomías, la supresión del impuesto de sucesiones, el control de la inmigración, la derogación de la Ley de Violencia de Género y de Memoria Histórica son, entre otras, las condiciones que ha puesto VOX para la gobernabilidad de la derecha en el feudo de Susana. Ante estas condiciones - xenofóbicas, anticonstitucionalistas y machistas - no sería ético, para la convivencia democrática, que Ciudadanos y el Pepé bailasen con la fea.

Aunque en Francia ningún partido sensato pactaría con las filas de Le Pen, en este país los susurros del diálogo van por otros derroteros. El pacto nacional de Sánchez con Podemos y los nacionalistas - con "populistas y terroristas", en términos peperos - justificaría un probable "acuerdo inmoral" en la Junta de Andalucía. Resulta muy posible que las grietas de la derecha se junten, con tal de sacar tajada en las próximas generales. El descenso del PSOE, el sorpasso frustrado de Ciudadanos, la irrupción de VOX y el descrédito del CIS abren un nuevo ciclo político en la aritmética nacional. La falta de entendimiento entre Madrid y Cataluña ha suscitado un pensamiento colectivo con diferente puerto. Por un lado hay un grupo de votantes del PSOE que miran con malos ojos los guiños de Sánchez al catalanismo, aunque sea dentro de la Constitución. Por otro lado hay un grupo de votantes de la derecha, que sueñan con una España unionista que sustituya al Estado de las Autonomías; los anticonstitucionalistas. Mientras los primeros han manifestado su castigo al sanchismo por medio de la abstención, los segundos han manifestado su enojo con Casado mediante su voto a VOX.

Ese cabreo con la nefasta gestión de la crisis catalana es el que justifica, de alguna manera, el descenso del PSOE y la irrupción de VOX en las instituciones andaluzas. Así las cosas, este mensaje podría ser extrapolado a las urnas generales. Estamos ante un partido - VOX - que ha recogido, en los pergaminos de su argumentario, el pensamiento xenófobo, centralista y franquista que impera el ala radical de la derecha. Una derecha rota que nos recuerda a los tiempos del fraguismo. Así las cosas, el panorama político se encuentra más fragmentado que nunca. Una fragmentación que dividirá al hemiciclo, de cumplirse la hecatombe, entre unionistas y federalistas, monárquicos y republicanos, constitucionalistas y anticonstitucionalistas, liberales y socialdemócratas, europeístas y euroescépticos, partidistas y estadistas, y populistas y realistas. Estamos, por tanto ante el fin de los grandes partidos, de los mensajes atrápalo-todo y de las legislaturas duraderas. La irrupción de VOX en el espectro nos acerca, una vez más, a jugar con quienes cuestionan las reglas de juego, ponen sus condiciones y amenazan con abandonar la partida. Lo mismo que hicieron los separatistas en las instituciones catalanas.


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